El olor de los pobres
'Parásitos', triunfadora de los Oscar, se inscribe en la tradición literaria y cinematográfica del arribista como exponente de la lucha de clases
La noticia cinéfila de la semana es que Parásitos, una película surcoreana, ha obtenido el mayor galardón cinematográfico de Estados Unidos. Hasta la saciedad se ha comentado que es la primera vez que una producción con diálogos en una lengua diferente a la inglesa se ha impuesto a los pesos pesados de la industria más poderosa del mundo. Aún es pronto para saber si esto será un hecho aislado o un síntoma de una tendencia nueva, así como para saber de qué tendencia hablamos, aunque seguramente tendrá algo que ver con la nueva hegemonía propiciada por las plataformas globales de producción y distribución por streaming. El año pasado, otra película “extranjera” (ahora se ha cambiado oficialmente la denominación a película “internacional”), Roma, centrada en una trabajadora doméstica sumisa y sufriente, subyugada por la familia rica a la que sirve, estuvo a punto de ganar ese premio. Es tentador señalar el paralelismo y forzar ligeramente la metáfora, pues los personajes de Parásitos acceden al universo codiciado de la clase alta (¿Hollywood?) por la puerta de servicio, si bien lo hacen con una actitud completamente opuesta.