Antonio Banderas, con la piel de Almodóvar, gana el premio para «Dolor y gloria»
Desde luego, ayer fue una jornada de auténtica reflexión, al menos aquí en el Festival de Cannes, porque da mucho qué pensar lo que el Jurado de esta edición, comandado por el mexicano González Iñárritu, perpetró para el Palmarés de esta edición. A pesar de que acertaron de pleno en dos de sus premios, una Palma de Oro magnífica para el director coreano Bong Joon-ho y «Parásitos», película de imaginación y resolución extraordinarias, y en especial el premio de interpretación a Antonio Banderas. El resto del Palmarés está entre lo chocante y lo jocoso, y obvia por completo cualquier atisbo de reconocimiento a grandes figuras como Tarantino, Almodóvar o Terrence Malick. Reflexión. Quizá ese duelo previsto entre los dos «gallos» de la programación, Quentin Tarantino y Pedro Almodóvar, les ha perjudicado a ambos en esos ejercicios de contrapeso y equilibrio que contienen siempre un Palmarés.
Lo mejor, sin duda, y por lo que nos toca, es el reconocimiento a Antonio Banderas, que no colma las enormes expectativas que había creado a su alrededor «Dolor y gloria», que ha sido la película que más pegada ha tenido entre el público y la crítica, ovacionada largamente en todos sus pases y la que mayor puntuación ha obtenido en los paneles de críticos internacionales; pero eso, y es una tradición, no es una garantía para que el Jurado lo tenga en cuenta. De todos modos, el premio a Antonio Banderas, a su magnífica y precisa interpretación del propio Pedro Almodóvar, es merecidísimo y especular: se premia al Pedro de dentro de su película, aunque no al de fuera. Y asciende al actor a ese Olimpo en el que están los otros españoles que han conseguido el premio en Cannes: José Luis Gómez por «Pascual Duarte», al año siguiente Fernando Rey por «Elisa, vida mía», después Alfredo Landa y Francisco Rabal por «Los santos inocentes» y finalmente Javier Bardem por «Biutiful»; y a las «chicas Almodóvar»: Carmen Maura, Yohana Cobo, Lola Dueñas, Penélope Cruz, Blanca Portillo y Chus Lampreave por «Volver».
Aunque pueda parecer sorprendente la Palma de Oro otorgada al coreano Bong Joon-ho, su película «Parásitos» contenía tanto juego, malicia, intención, seriedad y humor, que la convertía en un artefacto perfecto, deslumbrante. La historia de cómo una familia en la miseria va escalando posiciones y poder en el interior de «una casa de ricos» fue un pellizco asombroso dentro de la sección oficial, y eso que estaba programada el mismo día que la de Tarantino, «Érase una vez en… Hollywood», destinada a taparla por completo. Pero se destapó, y de qué manera.
Del resto del Palmarés, aún se pude extraer con la cabeza alta el premio a la Mejor Dirección, que fue para los hermanos Dardenne y su pequeña y sustancial película «El joven Ahmed». Es conocido el imán que tienen estos directores belgas para el Festival de Cannes, y en esta ocasión se les premia por meter un asunto demasiado grande, el extremismo religioso, el islamismo, en el pequeño y aseado frasquito de su cine.
El Gran Premio del Jurado para la senegalesa «Atlantique», de Mati Diop, y su descosida trama entre romántica, social y fantasmal, es completamente desmesurado. Y algo parecido ocurre con el otro Premnio del Jurado, que repartió entre el filme brasileño «Bacurau», de Kleber Mendonça Filho y Juliano Dornelles, que te volvía literalmente del revés, y la francesa «Les Misérables», de Ladj Ly, que sí tiene fuerza y nervio, pero que no deja de ser otro manido vistazo a la juventud marginada y los problemas raciales en el París de las afueras. Mucho más reconocible, aunque solo sea por su originalidad, es la mención del Jurado a la película del palestino Elia Suleiman «It must be heaven», que con su humor tenue y visual recorría las paradojas de nuestro mundo y el suyo.
Lo de elevar a categoría de premio la interpretación de Emily Beecham, una bióloga y madre soltera en la película austríaca de Jessica Hausner, «Little Joe», precisa uno de esos impertinentes «a mí que me lo expliquen». La historia de la posesión de las flores a los que tienen cerca, y la forma más bien sosita de encarar el problemón su actriz protagonista, es un misterio no sin resolver sino sin interés por resolverlo. Y por último, el mejor guion para Céline Sciamma por su película «Portrait de la jeune fille en feu», una historia de amor romántico y abundante entre una pintora y su modelo, resultaba algo flácida, aunque estaba tan hermosamente ambientada que incluso se proponía horas antes como la gran favorita para la Palma de Oro. Es decir, que su premio al guion tal vez no sea un consuelo para su directora, Céline Sciamma, pero sí desde luego para los que nos temíamos lo peor.
Y hay que celebrar también los premios ganados por el cine español en la sección Un Certain Regard, cuyo jurado ha visto las cualidades de Oliver Laxe y «O que arde», y las de Albert Serra y «Liberté».