La pista cuatro del Ariake Park es un explanada sin sombras rodeada por unas vallas, con un pequeño graderío. Un escenario menor, suburbial, impropio de los cuartos de final de un torneo olímpico de tenis. El termómetro marca 33 grados, pero la sensación es opresiva. La humedad empapa las camisetas y aplasta los pulmones. Se hace difícil respirar. A las dos menos cuarto de la tarde, las nubes han desaparecido y el sol cae a plomo, violentamente, como si tuviera cuentas pendientes con los tenistas. Читать дальше...