No es su 15º Roland Garros. Tampoco su 23º Grand Slam. No es una victoria que vaya a darle más coronas ni vaya a ser crucial en sus números y abultado palmarés. Pero sí será una de las más importantes de su carrera en lo intangible. Lo tenía claro Rafa Nadal tras levantar de nuevo los brazos
para celebrar una victoria en una cancha de tenis. Hacía casi un año que no jugaba un choque oficial, a excepción del dobles de hace unos días junto a Marc López que era tan solo para sumar minutos y golpes en competición. Este martes era la gran prueba de fuego, el día en el que las mariposas volvían al estómago, en el que volver a reencontrarse solo ante una línea de fondo, con un rival como
Dominic Thiem al otro lado de la red, empuñando una raqueta ante miles de ojos pendientes, con más que perder que ganar al no tener ya nada que demostrar a nadie a estas alturas de su película. Y lo bordó. De nuevo.
A sus 36 años y tras casi un año fuera de competición, volvió a ganar un partido.Seguir leyendo...
