Lectura
Intento resolver el problema de la lectura. Entiendo que estamos ante una tarea monumental, pero hay que empezar cuanto antes, pues la ignorancia nos gana terreno día con día y llegará un punto donde ya no podremos recobrar lo ganado. Lo digo porque, en otros tiempos, se dieron cruzadas en contra de la literacia, la inteligencia y la pasión por aprender.
En cualquier momento esto se descojona a nivel mundial y entramos en una nueva era oscura. No exagero: la estadística exhibe a una gran mayoría que se regocija en la ignorancia de cosas básicas y en creencias ridículas, como que la tierra es plana, que la leche con chocolate viene de vacas color café y en mitos como los de Adán y Eva, el arca de Noé y otras fantasías provenientes de la Edad del Bonce, las cuales, vistas como mitos, son interesantes, pero como hechos, pues no. Para eso sirve la lectura, para crear cultura y para establecer límites entre lo que pudo haber ocurrido y lo que corresponde a la literatura o la antropología.
En mi biblioteca tengo más libros sin leer que los que he leído. Me defiendo puntualizando que muchos de esos volúmenes son de consulta: no se leen de principio a fin. Y el resto, bueno, esos ya tendré tiempo para atenderlos. Lo importante es que ahí están y conozco muy bien los títulos que conforman mi biblioteca. Estar entre libros me tranquiliza, estimula, me otorga una sensación de poder y, por supuesto, me permite viajar a donde yo quiera y en el siglo que se me antoje. Los libros me generan placer y confianza.
El valor de la lectura está, primero que nada, en la parte atlética, aquella que es necesaria para mantener el cerebro en constante movimiento. Luego viene el aspecto lúdico y este es muy importante porque sin diversión va a estar muy cabrón seguir leyendo. Y con diversión me refiero a cosas que nos entretengan. Después reconozco una fase que es crucial: el reto intelectual. El cerebro necesita ser constantemente retado a resolver problemas, a desentrañar misterios, a descubrir. También debemos leer para estar actualizados y, en términos generales, para no terminar siendo incrédulos, estúpidos y manipulables. Más o menos va por ahí.
Leer será un asunto personal, pero dado que somos seres gregarios, es un requerimiento fundamental discutir e intercambiar ideas sobre lo leído en grupo. Porque bajo esa circunstancia el cerebro funciona de otra manera; se despiertan elementos críticos, se alborota la imaginación, establecemos una conexión más profunda con el resto de las personas y al final terminamos no solo divirtiéndonos, sino aprendiendo y proponiendo. De hecho, la literatura seguramente comenzó con una buena charla alrededor del fuego y comiendo carne asada.
Hace años fui a una carne asada. Llevaron vino chileno corriente. Alguien se quejaba de la calidad del vino, pero un sommelier intervino: -así es como empezó a popularizarse el vino en las carnes asadas aquí en Monterrey, -dijo-, ¿prefieres que sigan tomando cerveza Ultra light? Tenía razón. Para quien no posee un paladar entrenado lo corriente siempre es un buen inicio. Pero de ahí uno tiene que educarse y crear una experiencia progresiva. Lo mismo ocurre con los libros; imagino que muchos comenzarán a leer esa basura de libros de autoayuda y superación, pero poco a poco pueden pasar a cosas más edificantes.
¿Existen libros tontos? Pues claro. Y eso porque hay lectores tontos. Ahí el problema; si uno quiere que la gente aprenda a leer cosas de calidad pues hay que enseñarles. Porque a las personas a las que les he preguntado qué les parecen esos relatos de cómo alcanzar la felicidad dicen que sienten que les ha ayudado mucho y que además son entretenidos. Supongo que nunca han leído Las mil y una noches, El Quijote o las fábulas de Monterroso. Y no es cuestión de repartir literatura clásica en las colonias y en los pueblos como si fuera propaganda, hace falta poner a alguien a que enseñe a las personas a leer. Porque libros, los hay y un chingo.
¿Y cómo hacerle para que la gente prefiera invertir parte de su tiempo en un libro que en la pantallita de su celular o viendo series de televisión? Sepa la madre. Si supiera sería secretario de educación. Pero si lo fuera, empezaría por promover en todas las escuelas primarias del país una materia de lectura, interpretación y laboratorio de los clásicos. Hay que desregionalizar al país en términos de percepción de la realidad. Pero el tema de la cultura y la educación siempre serán prioridad en países como el nuestro, infestado hasta el hueso de mitos, leyendas, creencias absurdas, exceso de religión y pereza mental.
Leer es vivir la lectura, su momento; no es un evento pasivo, no es un pasatiempo y tampoco es un fenómeno elitista ni una distracción de personas con capacidades mentales superiores. Desde que se inventó la puta imprenta, leer se ha ido haciendo cada vez más accesible pero también más necesario. Insisto: hay que aprender a leer, a seleccionar la lectura, a discernir qué sirve y qué no. Los libros por sí solos no hacen nada.
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