Mi balance
Cada semana utilizo este espacio que de forma amable y libre me presta este diario para emitir mi opinión nada docta. Hoy, permitan usar estas líneas para un balance personal.
Tal vez no lo sepan, pero yo dirigía un concepto de radio hasta mediados de este 2019. Cierto, nunca usé el término director no solo porque no creo en él sino porque la labor de construcción era grupal, casi coral. Una labor donde se debía más coordinar el talento de varios personajes para lograr una idea coherente de comunicación donde la libertad era premisa fundamental.
Con esto en mente, vale la pena recordar algo: ser libre conlleva responsabilidades, obligaciones para lograr que, desde esa libertad, ayudemos a nuestros conciudadanos a tomar mejores decisiones. La verdadera libertad debe llevar cargas donde el individuo no es el fin sino el medio de trascendencia de una colectividad. Esto último tiene grandes problemas en un medio de comunicación.
Los medios se encuentran en una brutal transformación. No cambiaron las fichas sino el tablero. Día a día, la audiencia exige mejores contenidos y diversifica los métodos de consumo.
Lee pero no necesariamente en un impreso, escucha pero cada día menos las repetitivas estaciones de radio, ve y observa pero desecha refritos y malas producciones. El público te perdona una mala producción pero no un mal contenido.
Eso parece que no lo entiendes dueños, directivos y hasta talento mediático, tan acostumbrados a una rutina virtuosa de dinero a granel basados en ciclos predecibles donde el discurso es poco sorprendente. No importa el género: el locutor popero deberá decir un chiste, la hora y la temperatura y el rockero dirá que es muy transgresor por poner a Led Zeppelin.
La radio hablada tendrá un camino similar donde ser crítico pero sin rigor dejará más que el dato duro. Donde el golpeteo pagado es poco cuestionado y la lisonja se cobra caro por un público harto de senderos donde el pago es árido.
En este año, el equipo que conformé se deshizo, muchos se fueron porque su ciclo había terminado no en junio sino meses, años antes. Muchos, abusaron de su posición para no cumplir con la audiencia sino con ellos mismos. Aun lo hacen sin reconocer los errores.
Perder una estación te hace ver los verdaderos colores de tus “aliados” o de aquellos que decían respetarte pero, en realidad, temían del foro ya desaparecido. No lo niego: este año perdí gente que se decía amigos míos. Solo lo eran del puesto detentado.
Perdí un festival que intento regrese a las calles no solo a la música sino a la ciudadanía. Obvio que, para lograrlo, se requieren muchos apoyos. Muchos intentan que no se vuelva a hacer.
Ustedes saben quiénes son, son evidentes en su propósito que no beneficia a la ciudad sino a su mezquindad.
Pero, al igual que el festival y el concepto de comunicación, solo es cuestión de tiempo para que vuelvan a cimbrar Guadalajara. De hecho, ya lo estamos haciendo.
Lo platicaremos en 2020, visión perfecta que debemos usar como sociedad para construir mejores tiempos.
Eso también se los aseguro.
Felicidades.
goliveros@me.com