Nacimiento de estrellas
En diciembre, en casi todo el mundo se celebra el nacimiento de un niño en el pueblo de Belén, en la actualidad pertenece a Palestina en la región de Cisjordania, también es oportunidad de observar en la bóveda celeste en la región que comprende la constelación de Orión, en la llamada espada, un objeto denominado M42 o NGC 1976, de acuerdo al catálogo de Messier o al Nuevo Catálogo General, se trata de una nebulosa difusa situada a una distancia de 1270 años luz de nosotros, recordando que un año luz es una unidad de distancia que equivale aproximadamente a 9.4 billones de kilómetros, se calcula como la distancia que recorre la luz en un año, como referencia la Tierra está a 8 minutos luz del Sol, o sea, 8 minutos es lo que tarda la luz del Sol desde que es emitida en llegar hasta nosotros, vemos una estrella como era ocho minutos en el pasado. Al observar la nebulosa de Orión somos testigos de uno de los fenómenos cósmicos más impresionantes del universo, el nacimiento de estrellas, si, así como nosotros las personas, nacemos, vivimos nuestras vidas y al final morimos, las estrellas, también, nacen, viven o como dicen los astrónomos, evolucionan, y al final, tienen que morir, es un proceso que se a estando dando desde los inicios del universo. En este proceso es el medio por el cual gigantescas masas de gas colapsan por los enunciados de la teoría de Isaac Newton, o sea, la acción de la gravedad, y este fenómeno que dura varios millones de años llegara a formar estrellas, estas nebulosas están formadas básicamente por hidrógenos molecular, que es una molécula diatónica, o sea, compuesta por dos átomos de hidrogeno, formando nubes de H2, en un porcentaje del 90% y en menor medida de helio 9%, que son los principales materiales de todo el cosmos.
Nuestra estrella, el Sol, también nació en una nube molecular, hace unos cinco mil millones de años, por lo que su composición es de hidrogeno en su mayor parte, una pequeña porción de helio, y todos los elementos que se encuentran en la tabla periódico hasta el hierro en porcentajes muy pequeños, podemos definir a nuestro Sol, como una estrella de la secuencia principal, o sea, está en la edad intermedia de su expectativa de tiempo de vida, de tipo espectral G2 y clase de luminosidad V, es una enana amarilla, por lo tanto le quedan otros 4,500 millones de años de existencia, llegado este tiempo el Sol iniciara su etapa de envejecimiento rápidamente, unos 300 millones de años, en el cual también será el fin del sistema solar como lo conocemos en el día de hoy, el principio del final, comenzará cuando inicie a hacerse más y más grande, hasta convertirse en una gigante roja. Finalmente, se hundirá por su propio peso y se convertirá en una enana blanca, que puede tardar unos mil millones de años en enfriarse. Y así desapareara como un cuerpo pequeño, opaco y frío, pero habrá expulsado al espacio interestelar parte de sus capas exteriores con algunos elementos químicos que posiblemente en un futuro lejano formaran una nube molecular y dará inicio nuevamente el proceso de creación.
Cuando miremos en una de estas frías noches de diciembre hacia la bóveda celeste, dirijamos nuestra mirada hacia la nebulosa de Orión y pensemos en el tiempo que le tomara a las estrellas que se están formando en la nebulosa, cuáles serán sus características químicas, su masa que adquirirán y sus posibles sistemas planetarias que podrán formar en el transcurso de unos miles de millones de años, y por todo el proceso evolutivo que pasaran y en un futuro muy lejano, posiblemente se darán las condiciones para albergar en un planeta, la vida inteligente.