Historia de un matrimonio
Historia de un matrimonio, dirigida por Noah Baumbach, me despertó una profunda compasión por sus protagonistas, Nicole y Charlie. Sé que el término provoca desconfianza porque parece referir a un sentimiento secundario, sobre todo si tomamos en cuenta que los idiomas derivados del latín forman la palabra con el prefijo com y la palabra passio, que significaba originalmente padecimiento. Sin embargo, el secreto poder de su etimología ilumina la palabra con otra luz y le da un significado más amplio: tener compasión significa saber vivir con otro su desgracia, pero también sentir con él cualquier otro sentimiento: alegría, angustia, felicidad, dolor.
Significa también la máxima capacidad de imaginación sensible.El arte de la telepatía sensible es en la jerarquía de los sentimientos el sentimiento más elevado. Ésta es la historia de una separación, cuyo guion sigue las etapas de divorcio de la pareja interpretada por Scarlett Johansson y Adam Driver. La primera secuencia es conmovedora, pues ambos enumeran las cosas que aman el uno al otro. Charlie es un compañero talentoso, organizado, considerado, buen padre; por su parte, Nicole es un dinamo, el motor de la familia, tan brillante, amorosa y talentosa como el marido.
No obstante, es el comienzo de nuestra participación emotiva en un matrimonio que se desmorona, a pesar de que parecían una pareja estable. De manera iconoclasta, el director deconstruye las imágenes idealizadas que ayudó a crear. A medida que avanza la trama la pareja se distancia paulatinamente a tal punto que las palabras comienzan a doler. Con delicadeza de relojero, Baumbach desarrolla el proceso de separación sin que nos permita decantarnos por las circunstancias de uno u otro personaje. Ninguno es villano, ninguno es antagonista. Son dos seres humanos que hacen que nos preguntemos cuán crueles podemos ser con la persona que amamos.
A pesar de esta sensibilidad, el guion está tan firmemente construido que es permitida la incorporación del humor negro, protagonizada por los abogados de ambas partes. Laura Dern, Ray Liotta y Adan Alda son crueles, pero suministran una risa necesaria, como una bocanada de aire luego de estar sumergidos unos minutos bajo el agua. A ambos les tengo genuina compasión que no experimentaba desde Kramer vs. Kramer. Las estupendas actuaciones de ambos histriones son desde ya memorables, aunque otras interpretaciones les arranquen los galardones del próximo año.