“No estamos adaptados a los ingredientes de los ultraprocesados”
Desde que el ser humano es célula, animal, homínido, persona, siempre le han definido tres funciones vitales: relación, reproducción y nutrición. Del triángulo, la última es la piedra angular: sin comida no hay desarrollo, y sin desarrollo no hay vida. Años y años llevan todos los seres vivos siendo parte de la cadena alimenticia: el grande se come al pequeño; el pequeño, al más pequeño aún. Es ley de vida. El humano participa en esa cadena. Y resulta increíble que con años de evolución, de avances tecnológicos y de mejora en la calidad de vida, aún sigamos recurriendo a los ultraprocesados como vía rápida de llenar el estómago y diciendo aquello de “lo que no mata engorda”, ¡como si de verdad no hiciera!.
Carlos Ríos, nutricionista, impulsor del movimiento Realfooding y autor del libro “Come comida real”, dibuja los ultraprocesados de una manera sencilla: son todos aquellos alimentos que realmente no cuentan con ningún alimento en su composición, sino una ristra interminable de ingredientes que achinan los ojos y fruncen los ceños cuando se leen. Los cereales o los zumos que contienen emulgentes y extractos, jarabes, compuestos: en fin, derivados del azúcar; las salsas como el ketchup, la mayonesa o el tomate que contienen conservantes, aditivos y colorantes; y las carnes de paquetería de integran de todo menos carne en sus ingredientes, son ejemplos. “Esos ingredientes no son saludables y están relacionados con lo que se llaman enfermedades crónicas no transmisibles: no es sólo la presencia de un ingrediente, sino la mezcla de todos ellos”, comenta el autor en relación a estos. Así, las enfermedades cardiovasculares, la diabetes, la obesidad etc. son afecciones en las que la alimentación está muy presente, y puede llegar a ser causa directa de ellas. “No estamos adaptados a estos ingredientes, y por ello nos causan este tipo de problemas”, evalúa.
Pero si estos alimentos son tan malos, ¿por qué los consumimos tanto, en detrimento de la comida real (frutas, verduras, legumbres, carnes, pescados, huevos... Comida sin etiqueta, como se puede definir a grandes rasgos)? Por múltiples factores. El primero de ellos, la agresiva publicidad a la que nos vemos sometidos: “Funciona para persuadirnos en las elecciones que tenemos que hacer: comer es algo que hacemos todos los días, por lo que estamos obligados a elegir [...] La publicidad disminuye la percepción del riesgo de esta comida, incluso añadiéndoles valores que no tienen, como que son ricos en fibra o bajo en grasas. Ninguno de estos reclamos es positivo: que lleve fibra añadida o vitaminas no lo hace saludable”, evalúa el nutricionista. Otro de los motivos es la facilidad de su ingesta o consumo: “Son más accesibles: abrir o calentar ese ultraprocesado es mucho más rápido que preparar una comida en la cocina. La comida real la hacemos nosotros apetecibles con la cocina, pero los otros ya vienen de fábrica hechos y muy apetecibles”.