Slow Jogging: el entrenamiento relajante y eficaz para mantenerse en forma después de los 50 años
Conocé esta excelente forma de iniciar un estilo de vida más activo.
A medida que alcanzamos los 50 años, es común sentir que nuestra salud física y mental se ve afectada por el ritmo acelerado de la vida, los cambios hormonales y las preocupaciones acumuladas a lo largo de los años. Pero hay maneras eficaces de mantenerse en forma.
En este contexto desafiante, hay una práctica que se perfila como una solución para el cuerpo y la mente: el "slow jogging". Con su enfoque sereno, pero efectivo, este método ofrece una ruta hacia el bienestar integral en la etapa de los 50 años y más.
¿Qué es el Slow Jogging y cuáles son sus beneficios?
Según un artículo de Begoña Bernáldez en Saber Vivir, el slow jogging, concebido por la visionaria Annie Marquier, va más allá de ser una simple rutina de ejercicio. Se diferencia del running tradicional por su enfoque holístico, combinando actividad física con cuidado personal y conexión con uno mismo y con el entorno.
En lugar de perseguir velocidades vertiginosas, el slow jogging aboga por mantener un ritmo suave y constante, permitiendo que cuerpo y mente se sincronicen en armonía. Sus beneficios son muchos y abarcan tanto el ámbito físico como el emocional y mental.
En términos de salud cardiovascular, fortalece el corazón y mejora la circulación sanguínea, reduciendo el riesgo de lesiones articulares gracias a su naturaleza de bajo impacto. Además, contribuye positivamente al bienestar emocional al promover la liberación de endorfinas, aliviando el estrés, la ansiedad y la depresión.
Estudios indican que el slow jogging genera un mayor gasto energético que caminar rápido, activando la lipasa, una enzima que descompone las reservas de grasa almacenada para convertirlas en energía. Esta estrategia promueve una pérdida de peso saludable y sostenible a lo largo del tiempo, así como una reducción notable del perímetro abdominal.
¿Cómo empezar a practicar Slow jogging?
Si estás listo para comenzar a practicar el slow jogging o trote lento, es esencial hacerlo de forma progresiva y prestando atención a las señales que tu cuerpo te envía.
- Comenzá con sesiones cortas de 10 a 15 minutos, alternando entre correr y caminar a un ritmo suave.
- Si te sentís más cómodo, podés ir aumentando gradualmente la duración y la intensidad de tus sesiones.
- Siempre escuchá a tu cuerpo y respetá tus límites, evitando forzarlo más allá de lo que puedas manejar.
- No te desanimes si al principio te cuesta un poco adaptarte, la constancia y la paciencia son clave para progresar en esta práctica.