Así vive la Pasión el convento de las Clarisas de Zamora

Unos muros de piedra separan el convento de las Hermanas Clarisas del Corpus Christi de Zamora de la Rúa de los Francos , una de las calles que conducen a la Catedral y por donde discurren las cofradías históricas de la ciudad. El bullicio de estos días contrasta con el silencio y la penitencia que se viven de puertas adentro. El invisible muro que separa a las siete hermanas del convento del Tránsito del mundo es en realidad mucho más sólido e infranqueable que la piedra. Es el muro de la fe. La madre Mercedes, de 56 años, zamorana y con su antigua casa familiar frente al convento que vierte al río Duero, explica cómo transcurren los días santos en la Comunidad. «Vivimos la Cuaresma como cualquier cristiano; es un tiempo de preparación para todos. Nuestra penitencia es el trabajo. Hacemos túnicas de Semana Santa y bordados todo el año, pero en esos días hay más prisa, entran más encargos y todo es más urgente». Las hermanas participan activamente en toda la liturgia que marca la Iglesia con el Vía Crucis que rezan por el claustro del convento y también en celebraciones con algunas cofradías, como la Penitente Hermandad de Jesús Yacente. Tras la bendición de los Ramos, el pasado domingo, la comunidad celebra intramuros con gran recogimiento y silencio el Triduo Pascual: Jueves Santo, Viernes Santo y Vigilia Pascual para conmemorar la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, que es lo más grande. «Nuestra fe está fundamentada en la Pascua y el culmen es la Resurrección. Seguimos a alguien que venció a la muerte. Esa es nuestra fe», afirma la madre Mercedes. La rutina del convento se ve alterada en estas fechas para seguir la liturgia. Así, durante todo el año las hermanas siguen el mismo horario. Como anécdota, cuenta esta madre que siempre se despiertan con música. «Si es Cuaresma, con cantos de Cuaresma; ahora, en Semana Santa, con marchas procesionales; hoy mismo -por el pasado miércoles- con el toque del Merlú y la marcha de Thalberg, de un disco que grabó la cofradía de Jesús Nazareno». Ora et Labora La jornada en el convento comienza bien temprano, a las 6.30 horas, y se extiende hasta las 22.00 horas con el rezo de Completas y el Silencio Mayor que se corresponde con el descanso. La franja de las 9.30 a las 13 horas las hermanas la dedican al trabajo, cada una a lo suyo: tornear, cocinar, hacer sagradas formas, coser, lavar, planchar o bordar. La comunidad es custodia de numerosos ropajes de las imágenes de las cofradías de Semana Santa, que cuidan todo el año y ponen a punto para las procesiones. Los días santos Aunque esta rutina se cumple todo el año, este Jueves Santo varía algo el horario. Pasado el mediodía, tiene lugar un rito especialmente emotivo en el refectorio con la celebración de la Palabra y el Lavatorio de los pies, en que la Madre se los lava y besa a toda la Comunidad. Además, esta jornada la madre sirve la mesa (en realidad, lo hace todos los días) como gesto de servicio a las demás y de humildad. En esta ceremonia el refectorio está más adornado y es el único día del año en que hay manteles sobre la mesa. A. P. En las horas de trabajo, las hermanas se ayudan unas a otras a poner el monumento en la iglesia, donde se celebran los santos Oficios. Tras la 'Cena del Señor' la Comunidad vive una 'Hora Santa'. Antiguamente, se turnaban para permanecer toda la noche en vigilia, en turno de vela, pero el reducido número de hermanas impide seguir ese rito. Hasta el Gloria de la Vigilia no sonarán las campanas y avisan de los rezos y actos con la matraca. Otra singularidad de esta jornada y de los Viernes Santo es que el torno del convento permanece cerrado y no se reciben visitas. «Nuestra intención es acompañar al Señor, interiorizar lo que vivió Jesús en esos momentos», explica la madre Mercedes. Así, durante la jornada de este viernes el trabajo es tiempo libre para el recogimiento, con más silencio aún, no hay recreos. «Desayunamos sopas de ajo. Al igual que el Miércoles de Ceniza, es día de ayuno». Recuerda que antiguamente «comíamos sentadas en el suelo como signo de penitencia, aunque ahora por la edad de muchas ya no se puede». Noticia Relacionada estandar No tradiciones en estado puro EN ZAMORA Montse Serrador La provincia zamorana regala momentos de fe y emoción que reflejan su gran riqueza etnográfica Seguidamente, mientras la Cofradía de Jesús Nazareno discurre por las calles, las hermanas dedican un tiempo al Santísimo y abren la iglesia hasta las 13 horas para la celebración de la Pasión. «Dejamos puesta la Cruz y hacemos comida y silencio total. Después rezamos y cantamos Nona y por la tarde retiramos lo de la iglesia y la preparamos para la Vigilia». Luego, ya en horario vespertino celebran un Vía Crucis cantado y una oración personal. Tras el rezo de Completas a las 21.00 horas, las hermanas se van a la cama. «El sábado uno no sabe donde encajarlo; es un día triste, de estar acompañando a la Virgen en su soledad. Nosotras continuamos en silencio y tenemos la Vigilia temprano. La gente participa, hacemos el fuego en el patio y siempre hay gente para las lecturas. Nos felicitamos las pascuas y suenan las campanillas en la iglesia en la misa. Al día siguiente ya repican bien, anunciando la Resurrección. Nos levantamos un poquito más tarde, aunque siempre nos despiertan las salvas de la procesión», relata la madre Mercedes. Desde las celosías Mientras esto ocurre, de puertas afuera Zamora es una explosión de gente, cofradías, pasos y bandas de música que pasan ante la fachada y la parte posterior del convento. «En Resurrección vemos la procesión subiendo por la cuesta del Pizarro y luego por la Rúa de los Francos, antes de la misa de 12. Luego, celebramos la Pascua durante 50 días», explica la Madre mientras c ambia el precioso Cirio Pascual decorado por el artista Jesús Masana que será encendido en la Vigilia. A. P.   Explica que «de muros para adentro es otro mundo, aunque haya tanta gente, en la zona del claustro apenas escuchamos la música de las procesiones». Aún así, en el corazón de esta zamorana aún queda un huequecito para la Semana Santa que vivió de niña y adolescente. Aunque en esta ocasión las obras se lo impiden, «todos los años vemos al Nazareno desde las celosías por la Rúa y luego cruzar el puente». A la Esperanza -que finalmente se suspendió este jueves por la lluvia- tenían previsto verla bajar la cuesta del Pizarro y en su regreso a la Catedral. «Muchos años nos pilla a la hora del Lavatorio justo cuando está llegando y regresamos al refectorio. Nos gusta verlo, claro que sí, por lo menos a las que somos de Zamora». «A la Vera Cruz y Santo Entierro también, aunque se hacen muy largas, tienen muchos pasos y muchos fondos y nos llaman al Vía Crucis». La televisión local acerca las procesiones a los zamoranos, pero en el convento no siguen las retransmisiones. « La televisión la usamos muy poquito, y menos en estos días. A veces sí vemos las redifusiones que se hacen después. Pero nuestra Semana Santa es interior, en silencio y oración».