¡Vestir de limpio a los mercenarios!
«Necesito que consigas con urgencia el vestuario completo, y los artículos de aseo personal para todos los mercenarios prisioneros. El juicio público a ellos va a realizarse dentro de tres días en la Ciudad Deportiva y asistirá el Comandante en Jefe», así le dijo José Llanusa Gobel, entonces presidente del Inder, a Gilberto Aldanás Gutiérrez, uno de sus funcionarios, a las 8:30 a.m., del 26 de abril de 1961.
Lo cuenta por primera vez a un diario el propio Aldanás Gutiérrez, que en aquel momento llevaba muchos años como cantante del cuarteto Carlos Faxas, algún tiempo en el cuarteto de Los Modernistas y había trabajado con Llanusa cuando este era el Comisionado de La Habana.
«El país no puede comprar ropa y lo necesario para vestir de limpio a más de mil prisioneros, pero hay que lograrlo. Tú, como cantante popular y artista de la CMQ, tienes muchas relaciones, más incluso que Luis de Cárdenas, (jefe de Servicio Interno del Inder), y no regresen con las manos vacías, ¡es una orden!», nos dijo Llanusa. Ahí tienes un jeep. No sé cómo vas a hacerlo, pero no puedes fallar, pues lo pidió Fidel», le explicó.
«Veré cómo lo hago, pero necesito saber quién va a pagar lo que consiga», le respondió Aldanás a Llanusa, quien inmediatamente contestó: «Firma vales a los vendedores y les dices que la Revolución les pagará hasta el último centavo. Que es un pedido de la dirección del país, como si estuviéramos aún en guerra».
Neutralizar la quintacolumna
«Yo hubiera estado en Girón. El 14 de abril caminé los 62 kilómetros establecidos por la Milicia como artista de la CMQ. Al otro día me tocaron la puerta temprano para movilizarme, ante los bombardeos enemigos del día 15. Por disciplina se lo dije a Llanusa. Me dijo que tenía que acuartelarme con él para cumplir una misión urgente y secreta a su lado», cuenta Aldanás.
«Me entregó una lista de nombres y direcciones de personas que había que coger presas, como una operación de guerra, para que no pudieran servir de quintacolumna a la contrarrevolución interna, ante la anunciada invasión. Iría conmigo Luis de Cárdenas, ya fallecido y, por supuesto, armados los dos. Tendríamos que regresar con la gente de nuestra lista».
Pretendrieron sobornarlo
Aldanás tenía un pase permanente, firmado por Llanusa y la Seguridad del Estado, para entrar y salir al Inder y a la Ciudad Deportiva, como era lógico. «No pocos prisioneros intentaron sobornarme con dólares si yo les llevaba cartas a sus familiares avisándoles que estaban bien atendidos y, ¡sobre todo, vivos!
«Algunos me preguntaron si yo creía que iban a ser fusilados. Y yo les dije que sí, por sus asesinatos. ¡En eso me equivoqué! ¡Sinceramente, no me imaginé que Fidel exigiría cambiar a los prisioneros por compota! ¡Él siempre con la luz más larga que los demás! ¡Y obligó a Estados Unidos por vez primera en la historia a pagar una indemnización de guerra!».
La verdadera pureza
Armados y casi en zafarrancho de combate, Aldanás y sus hombres llegaron a distintos lugares. Primero a la droguería Sarrá, donde le dieron jabones, cepillos para dientes, tubos de pasta, peines y también las maquinitas y cuchillas de afeitar necesarios para los 1 200 prisioneros.
«Todo eso cupo en el jeep y lo llevamos para el Inder. Después partimos rumbo a la fábrica de toallas Telva, del Cerro, donde nos dieron 1 200. Las llevamos enseguida y salimos hacia la textilera Ariguanabo, en Bauta, donde conseguimos pantalones y pullovers, todos de color blanco.
«Al otro día, en la tienda Flogar o en Fin de Siglo —no recuerdo bien— nos entregaron las camisetas y los calzoncillos necesarios. Más tarde fuimos a la fábrica de Tennis US Keds, americana. El administrador llamó por teléfono a Estados Unidos, y autorizaron que se le dieran los 1 200 tennis absolutamente gratis a esos prisioneros.
«Todo lo resolvimos ¡en 48 horas! Casi un récord. Al Estado cubano no le costó nada. Nadie quiso aceptar vale. Todo el mundo nos respondía: “No vamos a cobrarle a la Revolución ni un solo centavo, y mucho menos ahora que ha sido atacada por un ejército enviado por los yanquis”.
«De esa manera quedó listo para el juicio, el 29 de abril. Todo el ejército invasor, uniformado de blanco, aunque no eran nada puros como aparentaban con ese vestuario. Los puros fueron los que murieron el 15 de abril en los bombardeos a los tres aeropuertos cubanos; los que cayeron combatiendo los días 17, 18 y 19 e, incluso, durante la persecución de los que huyeron por los montes y pantanos de la Ciénaga de Zapata, varios días después.
«Los puros fueron los choferes de los vehículos incendiados en Girón, y los pilotos muertos, así como los niños, mujeres, ancianos y campesinos que fallecieron a manos de los propios mercenarios. La verdadera pureza estaba en la obra misma de la Revolución y en su generosidad de cambiar a los mercenarios por alimentos, en vez de fusilarlos».