Di que sí, campeón
Mi madre tiene 84 años y echa de menos los abrazos. Mi hija trabaja en Estados Unidos, el país con más contagiados y muertos del mundo. Entre mis seres queridos, mis amigos y mis compañeros hay muchos con importantes factores de riesgo. He visto en estos meses, por desgracia, morir a alguna persona cercana y enfermar gravemente a otras. Sé que todos ellos tienen miedo por mí y yo tengo miedo todos los días por ellos. El virus no es algo que le pasa a los otros. Es algo que nos acecha a todos con su amenaza mortal. Hay una luz de esperanza: la vacunación. Pero su arranque ha puesto en evidencia una mala organización y una lentitud desesperante. Muchos de los que me rodean tienen responsabilidades que les hubieran permitido intentar conseguir vacunarse saltándose los protocolos. Ninguno lo ha hecho. No son obedientes. Son gente cívica, digna, de la que me siento orgulloso.