Cinema Paradiso
En el año de 1990 estaba en el Tec de Monterrey, campus Monterrey, cursando una clase de Mercadotecnia Internacional, con una maestra muy preparada y en medio de la clase nos dijo:
¿Ya vieron Cinema Paradiso?
¡Véanla, se las recomiendo!
Y continuó con la clase como si hubiera sido un anuncio de una cadena de cines, solo recuerdo que el salón estaba lleno de gente y yo me sentaba casi atrás, en el hacinamiento de mercadotecnistas por aprovechar una excelente clase.
En ese momento, pensé:
¿Estará buena esa película?
¿Qué viene al caso que una maestra interrumpa su clase para recomendarnos verla?
Terminó la clase y se me olvidó el comentario. En 1992 vivía en un internado, había ido a la iglesia a misa y había visto de lejos a mi ex novio, me acababan de prestar la película y ya en mi cuarto, al verla, lloré por varias horas, sin comprender el por qué me estaba ocurriendo una situación, justo en ese momento de mi vida.
Había muchos temas que tocaron mi alma: el vivir fuera de mi casa, una relación que terminaba y no sabía del todo por qué, o me auto engañaba porque no quería ver la cruda realidad.
Pero lo que sí sé, es que esa película marcó una parte de mi vida…
Años después conseguí la Versión del Director, la versión larga, en la que explican partes de la historia que no se contaron en la película original y comprendí aún más.
Comprendí que en la vida, el amor es una fuerza muy poderosa, que nos impulsa a crear cosas maravillosas.
Que lo que se guarda en el corazón, las renuncias, los sueños rotos, nos dan la fortaleza para tener la sensatez de tomar decisiones y tener la disciplina de concretar una buena vida.
Al paso de los años tuve la sensibilidad para comprender al universo, a Dios y saber que hay muchos caminos, que uno elige según su corazón, con una sincronicidad, creando un destino.
También entendí que el corazón a veces se rompe y hay que dejarlo descansar un rato, tomar una aguja y un hilo, juntar los pedazos y armarlo de nuevo, pedazo a pedazo, con comprensión, cariño, aceptación, sin juzgar y ante todo con amor a uno mismo.
Y cuando uno tiene amor a uno mismo, comprende que no debemos permitir que nos lastimen, ni que nos hagan daño, ni aún en nombre del amor…
Que en nombre del amor se han hecho guerras, revoluciones, conquistas…
Pero lo más difícil, es lograr la calma, la paz, la comprensión, dejar ir lo que tiene que irse y dejar entrar lo que tiene que entrar…
Que los tiempos de Dios son perfectos y hay que tener la paciencia para comprenderlos…
Que si tuviera a ese novio de estudiante enfrente ahorita, no lo conocería…
Y que quizás la persona en la que me he convertido, no sería la adecuada para él, ni él para mí…
Cómo he cambiado…
Y ahora que tengo canas, comprendo el final de la película, mejor que cuando la vi por primera vez, que nunca es tarde para empezar de nuevo…
Como me dijo alguna vez un maestro:
Cuando le das una oportunidad a alguien, te la estás dando a ti mismo…
Y recuerdo, que en aquel momento, tampoco lo comprendí…
Qué testaruda fui…