Ni la desesperación del un Gobierno a la deriva y, previsiblemente, a punto del naufragio justifica la impresentable utilización partidista de la televisión pública que le llevó a abrir el Telediario de la noche con un mitin de la vicepresidenta, en una entrevista en directo en la que se entregó en cuerpo y alma a despotricar (ni finura tuvo el ataque) contra el PP. Incluyó la soflama gravísimas acusaciones al partido de Pablo Casado, a quien Carmen Calvo reprochó el «llevar años dividiendo a España y Cataluña». En pleno juicio a los golpistas, esta afirmación (más bien una patraña) supone una grave irresponsabilidad que seguramente supuso un inoportuno balón de oxígeno para los secesionistas. Ni la celebración de la vista en el Tribunal Supremo le hizo a la vicepresidenta esquivar semejante asunto. Porque en realidad, la intervención de Calvo no incluyó noticia alguna, limitando su objetivo a un desahogo revanchista y bastante burdo por el batacazo que supuso la derrota del Gobierno en el debate de Presupuestos. La ocupación de la televisión pública por parte del sanchismo supone una vergüenza que no solo hace añicos la neutralidad que se espera de la televisión estatal sino que daña a una cadena que pagan todos los españoles, Con monumentos a la utilización partidaria de los medios públicos como el de ayer es entendible que los informativos de RTVE se despeñen en la audiencia. Hace meses que perdieron el liderazgo: del primer al tercer puesto. Sánchez insiste en sacar a Franco del Valle de los Caídos. Ayer, resucitó el NoDo.
