Cuidado, frágil
En estos días nos hemos dado cuenta que los humanos seguimos siendo frágiles, frágiles como lo éramos desde siempre, cuando a la humanidad la azotaban las epidemias. La Peste Negra mató a uno de cada tres habitantes del mundo conocido, la Fiebre Española a casi 50 millones de personas, y el Coronavirus quizás no será responsable de millones de muertes, pero sí de dar pasos atrás en el nivel de bienestar de las personas. La pobreza acecha ahora a millones en todo el mundo y con la enfermedad se puede hacer más evidente la desigualdad; al final estamos recordando que estamos a la intemperie.
La diferencia con las epidemias de la antigüedad es que hoy la transferencia de conocimientos y la cooperación a gran escala nos permiten enfrentar de manera coordinada los desafíos actuales. Esa realidad, por más que surjan voces para “aislar” a las personas y a los países inclusive, es superada por la comunicación que transformó la secrecía de la ciencia en su apertura, particularmente de la ciencia útil, esa que impacta determinantemente en las personas en nuestros tiempos. Es justamente en ella en la que tenemos esperanza para acabar pronto con la incertidumbre y ansiedad de esta pandemia, emergencia que irrumpió en nuestra vida tan inesperadamente.
La fragilidad, no obstante, nos arroja a un estado permanente de reflexión: de lejos miramos la disciplina asiática basada en la ciencia, la inteligencia artificial y gobiernos omnipresentes. Asistimos al desorden europeo en donde comienzan a ser evidentes las grietas y diferencias de sus países, pero sobre todo lo anquilosado de su economía. Más cerca, desde Estados Unidos, el darwinismo; la ley del más fuerte y el “sálvese quien pueda”, eso sí, con un rescate trimillonario que deja ver de qué tamaño es la búsqueda por la hegemonía en el mundo que viene.
Latinoamérica, que desde hace décadas crece mediocremente, es un festival de visiones y decisiones que seguramente volverán a tener como protagonistas principales a la más pobres. Desde cada latitud, lo que es claro, es que los países que más invierten en ciencia y salud saldrán mejor librados, que las nuevas definiciones redimensionaran hacia el futuro la necesidad de fortalecer a la salud pública y que la renta universal tendrá que ser puesta a debate nuevamente.
Al final si algo deja al desnudo la fragilidad humana es la capacidad o incompetencia de los liderazgos políticos, y también de la tecnocracia. Volverá a ser relevante que los más preparados estén al frente de la toma de decisiones, de la organización del futuro y de reconstruir esa visión del Estado como lo conocemos, pero ahora con renovados tentáculos capaces de responder a eventos como el que estamos viviendo, la crisis global más compleja que haya enfrentado la humanidad.
La fragilidad, como todo, es relativa. Toca ahora construir desde la certeza de nuestras instituciones, la esperanza del futuro, pero sobre todo desde la acción responsable, cooperativa y concertada. Toca avanzar desde la acción universalmente solidaria, ahí en donde somos más fuertes.