Pasabas aquel portón rojo y te recibía la penumbra de las carbonerías, acicaladas con antigüedades en las paredes y baldaquino eclesial, con una barra de madera trasatlántica y una campana muda que, quizás, en sus mejores tiempos, se echó al vuelo para pregonar acontecimientos especiales.
Había mesas, vino gordo, cerveza rubia de la localidad, poetas ciegos, punkis despistados, novelistas sin punto final, flamencos con ayes que vender, culturetas en la postura, falangistas y peteros, guiris buscando al Tenorio... Читать дальше...