El Arsenal acaba con el espejismo del Real Madrid (3-0)
Habrá que agarrarse a la épica y al Santiago Bernabéu y a las noches mágicas y al miedo escénico. Habrá que hacerlo y es probable que según pasen los días y se acerque el encuentro de vuelta del próximo miércoles, empiecen los tambores y la esperanza haga su trabajo de vaciar la memoria. Habrá que hacerlo, y lo haremos, sin duda, pero ahora suena a ciencia ficción, a que se pide una utopía, un imposible a un equipo que no está capacitado para grandes gestas. Puede que tampoco para las pequeñas.
El Arsenal de Arteta y, sobre todo, de Declan Rice fue mucho mejor que el Real Madrid durante todo el partido, con más fútbol, más ideas, mejores lanzadores, más personalidad, más todo. El Madrid lleva toda la temporada avanzando, pero sin disimular que cada paso que daba era un esfuerzo exagerado. Pero lo daba por más o menos bueno si no se cruzaba con el Barcelona. En Londres, en la ida de los cuartos de la Champions, se paró en secó y ahora va a tener que reconstruir su horizonte y buscar soluciones de verdad. Hasta ahora, valía seguir tirando porque aún daba tiempo.
Sin embargo, el marcador en el Emirates indica que empieza a ser tarde. No tiene el Madrid recursos para competir en el nivel más alto de Europa o si los tiene, no le han funcionado. El partido de Rodrygo y Vinicius fue de dos sombras, dos jugadores desaparecidos. Cero regates hicieron los dos futbolistas más habilidosos del equipo. Rodrygo fue sustituido diez minutos antes del final; Vinicius aguantó hasta que el partido se terminó. No importó mucho. Ha tenido momentos brillantes esta temporada el brasileño, pero están pesando más sus partidos intrascendentes, un calificativo que cuesta asociar con el futbolista más enérgico de la Champions.
Solo Bellingham
El Madrid atacó muy poco. Cuando lo hizo fue cuando Bellingham dio al interruptor, encendió un momento la luz y encontró Mbappé. Sobre todo en la primera mitad, en la mejor ocasión de los de Ancelotti: un balón profundo de Bellingham a la carrera del francés, que no cruzó lo suficiente la pelota. Después, en la segunda mitad, un remate al lateral de la red, tras otro pase de Bellingham.
Esa fue la producción del equipo con Kylian, Vinicius, Rodrygo y Bellingham. Lo único que supo hacer fue encontrar dos veces a Mbappé en velocidad, pero nada más, ni una idea ofensiva ni un acto de rebeldía, alguien que pensase en el juego colectivo, ese sintagma del que ha prescindido el equipo este curso. Porque sí, ha habido un problema de actitud defensiva, pero al poner el foco ahí, se ha obviado que el Real Madrid ha jugado muy poco al fútbol esta temporada.
Saka ataca primero
Y el Arsenal se lo hizo pagar. Controló el encuentro desde el minuto uno y solo soltó ese control algunos minutos en los que el Real Madrid intentaba posesiones largas y poco profundas para dormir al rival. El dominio del Arsenal era abrumador, pero no agobiante, con Saka haciendo daño por el lado que defendía Alaba. Sus centros al área no encontraban rematador de milagro.
Sí, Alaba estuvo en la izquierda y Valverde en la derecha, en busca de más seguridad. Dio un poco igual.
Es verdad que, en ocasiones claras, la primera parte pudo estar igualada. Es verdad que si medimos el partido por eso, sería un espejismo.
Se acabaron los espejismos
En la segunda mitad, no hubo más espejismos ni posibilidad de pensar que se podía alargar un poco más la esperanza. No hubo manera porque Declan Rice sacó su fusil a pasear ahí ni el Courtois más excelso, ese que demostró varias veces que es el mejor, pudo impedir que los goles cayeran. Había orden de no hacer faltas al borde del área, pero tampoco se siguió al pie de la letra. Alaba hizo una y Declan Rice marcó un golazo espectacular, con un efecto tremendo a la pelota para que superara la barrera y girase para entrar en la portería.
Declan Rice, francotirador
Aquello se puso mal. El Madrid ya no existía, si en la primera mitad había llegado alguna vez, en esta segunda desapareció, el Arsenal subió las revoluciones y, entonces, sí, llegó la tormenta y lso blancos, sin paragüas. Eran como los marineros que tapan huecos en un barco que se hunde: ahora aquí, Alaba; ahora aquí, Courtois; bajo la línea, Bellingham. Aquello no podía durar y Declan Rice, un nombre para la leyenda negra del Madrid (que hace mucho, mucho, mucho que no sumaba nombres), clavó un balón en la escuadra.
Estaba el partido en un punto que hasta dos goles en contra era una buena noticia. Pero Merino hizo de delantero centro genial y dejó al Madrid sin apenas a que agarrarse.
Los primeros cambios de Ancelotti fueron sacar a Lucas Vázquez y después, a Fran García.