Primero de mayo
La desmesura, en ocasiones extravagante, abruma innecesariamente la escena pública.
La integración del Directorio para la legislatura que comienza el 1.° de mayo es asunto que quienes alguna vez participamos en acontecimientos similares seguimos con curiosidad desde la atalaya remota y con frecuencia precariamente informada del ciudadano común.
Por lo general, el episodio tiene consecuencias limitadas, sobre todo, porque las atribuciones del Directorio, especialmente las del presidente, han sido condicionadas o superadas por las de los jefes de fracción, a los que el reglamento manda reunirse confidencialmente, en solitario, un día a la semana, para conocer y resolver asuntos de interés legislativo y político, y otro día con el Directorio.
Cierta vez presidí el Directorio provisional que conduce la elección del definitivo. La gestión discurrió sin contratiempos, como hacían prever las circunstancias en que se desenvolvía la Asamblea en ese momento. El clima era muy distinto del que ha marcado la actual legislación: prevalecía una cordialidad recelosa en el interior de la cámara, pero cordialidad al fin, muy rara vez interrumpida por algún exabrupto, como por ejemplo el lanzamiento de un vaso o una botella, lo suficiente para dar paso al humor o al choteo y restablecer la paz. Esto se facilitaba en gran parte porque las relaciones con un Ejecutivo de escasas iniciativas eran tan frugales que parecía que el Legislativo circulaba enteramente a su antojo.
Hoy no es así. La desmesura, en ocasiones extravagante, abruma innecesariamente la escena pública, resintiéndose la ponderación y el entendimiento, tan preciados para los que miramos los sucesos políticos con ingenuidad. Hay un posicionamiento intermitente e imprevisiblemente divisivo de los actores en el territorio del encuentro, que no conviene al interés público; desbarata la confianza, desequilibra las condiciones que favorecen la divulgación de información objetiva y quizá, más tarde o más temprano, erosione la democracia que practicamos.
Esto se está reflejando en el drama de la elección del Directorio, que me tiene de lo más entretenido entre otras cosas porque el guion cambia cada día; hay oportunidad de hacer cábalas, acertar o equivocarse.
Así, al principio sospeché que la posible concertación de algunas fracciones para remover la presidencia actual y aislar la fracción mayoritaria podía obedecer al argumento de una agenda legislativa compartida, pero también al ensayo de una eventual coalición con miras a las elecciones del 2026. Si así fue, fracasó. Ahora no sé qué pensar.
Carlos Arguedas Ramírez fue asesor de la presidencia (1986-1990), magistrado de la Sala Constitucional (1992-2004), diputado (2014-2018) y presidente de la Comisión de Asuntos de Constitucionalidad de la Asamblea Legislativa (2015-2018). Es consultor de organismos internacionales y socio del bufete DPI Legal.