Roberto Velasco Bravo

Sus papás nunca quisieron que fuera policía. Él siempre lo quiso.

Ingresó a la Policía Judicial Federal en los años noventa. Sus primeras comisiones fueron al norte del país para realizar labores de investigación en la integración de carpetas delictivas.

Sus estudios de Psicología en la Universidad de las Américas, el buen inglés que le había dado vivir en el extranjero un tiempo con su familia, su honestidad y vocación le abrieron muchas puertas.

Dentro de la recién creada Agencia Federal de Investigación, fue parte de los primeros cuadros de policías profesionales en el análisis táctico.

Se le envió a capacitación a las academias del FBI y la DEA, además de realizar cursos en la Policía Nacional de España.

En el anecdotario de su valentía, se recuerda la ocasión en la que al acudir en moto a dar seguimiento a un rastreo satelital de robo, ubicó a los responsables y fue agredido. Un delincuente fue abatido y él quedó herido.

Con el paso del tiempo, su especialidad fue la investigación orientada al Cártel de Sinaloa. Su trabajo permitió conocer con mayor claridad las estructuras delictivas nacionales que operaban en la Ciudad de México.

Luego vinieron las amenazas. La Institución le proporcionó una camioneta blindada y le asignó un servicio de escolta.

Ese primero de mayo del 2005 estaba solo.

Era un día tranquilo y sin comisiones, pidió a sus compañeros y escoltas que estuvieran francos pero pendientes. Su esposa y su hija recién nacida estaban en Ixtapa.

Tenía la idea de salir un rato. Sacó una esponja y un abrillantador de plásticos, se agachó y comenzó a colocar el producto en las llantas. Así fue como lo sorprendió su asesino.

En el primer disparo, Roberto perdió los dedos de la mano durante el forcejeo. El segundo disparo provino de la segunda arma que portaba su asesino. Perdió la vida en la Cruz Roja de Polanco; su jefe y algunos de sus compañeros alcanzaron a despedirlo.

Tenía 36 años y estaba en el primer año de su maestría en Criminología.

Al día siguiente, el entonces embajador de Estados en México, Antonio Garza, calificó el evento como un “brutal asesinato”, al tiempo que indicó que el funcionario sería extrañado, al distinguirse por su destacada labor en la primera línea de batalla contra el narcotráfico. Mencionó que agentes que habían colaborado con Roberto, le habían expresado su respeto por su integridad y dedicación.

Para sus compañeros, quienes realmente lo conocieron, el legado de Roberto fue su convicción y honestidad, así como que aunque cueste la vida, se debe estar del lado correcto de la ley. Su estilo policial marcó generaciones que hoy tienen la esperanza de que los perfiles policiales profesionales aún tienen cabida en México, así como la cooperación internacional basada en la confianza.

En el año 2017, a manera de homenaje, la DEA dio su nombre a la Clase 94 del Curso Básico de las Unidades de Investigación Sensible, integrado por policías de diversas partes del mundo.

Su nombre y fotografía están en el muro de honor del FBI y de la DEA. En México no hay recuerdo oficial de él, solo el fácil reporte mediático que sugirió que “estaba metido”.