Camino a la nada

Pablo Iglesias trata de torpedear el proyecto de Yolanda Díaz metiéndole mano a Ada Colau

En la lejanía el mar de Cádiz llega hasta la arena en suaves olas constantes, como caballitos blancos que saltan hasta morir en la costa. Un oximorón, lo efímero frente a la eternidad. Los segunditos de espuma y miles de años de la ciudad, la nada y el todo. Esta fragilidad de las cosas se piensa mientras Pablo Iglesias trata de torpedear el proyecto de Yolanda Díaz metiéndole mano a Ada Colau para demostrar que sigue en su puesto de gallo del corral, auque mermadas las filas.

El universo Podemos se deshace en otra cosa, en una confluencia, como el azucarillo amargo de nuestra democracia sin que haya transformado nada más que la cuenta corriente de los conmilitones que se hicieron casta en cuanto pisaron la moqueta. Nada más. Que se lo digan a los gaditanos que tuvieron de alcalde a «Kichi» dos mandatos sin que ahora sepan cuál fue su legado ni su paradero. Vas por la Victoria y le dices «Kichi» a un nota y se cree Iglesias va camino del fundido en negro en cuanto repita Díaz que estás espantando una gaviota o un gato de los que reinan en el Campo del Sur. Así de leve, así de nada, y eso que esa Alcaldía fue una de las grandes victorias de los podemitas. Pues Pablo Iglesias va camino del fundido en negro en cuanto Yolanda Díaz repita gobierno con Pedro Sánchez, por eso se atrinchera para intentar no perder onda en un entierro al que no está invitado. Queda aún mucha tela que cortar, pero el desgaste del partido se nota en cuanto comienzan a darse bastonazos los unos a los otros.

En su modelo de personaje siniestro ya ha amenazado a la exalcaldesa con «consecuencias», en la línea de los mejores gerifaltes de la izquierda que no perdonan que se ponga en cuestión al querido líder. Será para nuestra democracia un olvido similar al que le espera a Milei en Argentina si no logra la presidencia. Volver a la televisión, a la tertulia, a la crispación, chapotear en la nada Pablo.