Los gritos de la brutalidad crítica
A falta de mejores palabras, maria Lluïsa Borràs definió la obra de Josep Guinovart como «brutalismo crítico», una definición que por heterodoxa y de cuerpo tan animal la verdad es que define a la perfección el trabajo de un artista que convirtió su pintura en una forma de eco expansivo que creaba formas y volúmenes. En 2007 nos dejaba un artista de singular energía, que traicionó al informalismo y la abstracción para darle más vida y tacto, más urgencia animal, convirtiéndole en el último icono del arte catalán. Han pasado diez años de su fallecimiento, pero su legado permanece indemne y su importancia no deja de crecer.
De esta forma, ahora arranca el Any Guinovart, el homenaje a la persona y el artista a partir de toda una serie de actividades repartidas por todo el territorio catalán y que pondrán en circulación hasta 500 de sus obras. Bajo el comisariado de Àlex Susanna, y el liderazgo de la Fundació Privada Espai Guinovart Agramunt, lo que se pretende es dar visibilidad internacional a la obra artística del autor con un amplio programa, que se inaugura esta tarde en el Museu de L’Hospitalet (Barcelona) con una recopilación de carteles que permitirá seguir toda su trayectoria.
Con un presupuesto de 87.000 euros de recursos públicos, la fundación ha organizado varias muestras, actividades, mesas redondas, lecturas, conciertos y proyecciones documentales, con el objetivo de redescubrir al artista que durante más de 60 años cultivó la pintura, la escultura, el grabado, la ilustración, la escenografía y el cartelismo. Unas 15 muestras serán la columna vertebral de las actividades y se acercarán a la figura del artista desde diferentes perspectivas. Su magnetismo es hoy todavía una incógnita.