Si camina como un pato…
¿Qué implica la empatía de Trump, Vance y Rubio con el partido neonazi Alternativa para Alemania?
Lo más probable es que si usted oyera a un patán profetizar “la desaparición de la civilización europea”, pasaría del asombro a la carcajada en un segundo.
Su risa, sin embargo, podría transformarse en desconsuelo al enterarse de que quien vaticina la decadencia europea es el presidente del país más poderoso del mundo.
No contento con haber profundizado la división política y social de Estados Unidos, de haber provocado la mayor crisis institucional de la democracia estadounidense, de insistir en una política económica que beneficia a los más ricos y perjudica al resto de la población, ahora Donald Trump quiere proclamarse líder moral de la Unión Europea.
En un infame documento de política exterior recién publicado por la Casa Blanca, la Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos de América, Trump se apropia de las tesis de la ultraderecha europea, en particular de la Alternativa para Alemania, para desestabilizar el orden liberal actual.
AfD es un partido político de extrema derecha que, aunque niega ser neonazi, normaliza, protege e integra posiciones y actores neonazis para demonizar a los inmigrantes, especialmente musulmanes y africanos, de manera sistemática y estructural.
De la misma manera en la que Trump estigmatiza a los inmigrantes no caucásicos en Estados Unidos acusándoles de ser una amenaza a la seguridad nacional, una carga económica y un peligro cultural para la identidad nacional, AfD deshumaniza y criminaliza a los inmigrantes de color, pugna por deportaciones masivas (incluso de residentes legales) y por restricciones a prestaciones sociales y educativas.
Para Trump y la extrema derecha europea, el inmigrante no caucásico es el enemigo interno de la patria.
Trump elogia a Alternancia para Alemania porque entre ambos hay una convergencia ideológica y estratégica. Comparten el mismo marco narrativo porque definen a los inmigrantes como amenaza existencial, consideran a las élites liberales como enemigo interno, acusan a los medios independientes de ser corruptos y definen a su nación como un país de identidad única y cerrada.
Dudo mucho que Trump haya estudiado sistemáticamente las doctrinas del nazismo, pero sí creo firmemente que en su lógica perversa, asumir los postulados de AfD y del resto de partidos europeos de ultraderecha, Vox, de Santiago Abascal en España, la Agrupación Nacional de Marine Le Pen en Francia, Ley y Justicia de Jaroslaw Kaczynski en Polonia y Hermanos de Italia de Giorgia Meloni, le permite afirmar que su estrategia no es una anomalía, sino que se inscribe en el marco de las democracias occidentales que repudian el liberalismo globalista.
En su afán por instaurar un nuevo (des)orden mundial, la Estrategia de Seguridad trumpiana también arremete contra América Latina anunciando que “Tras años de abandono, Estados Unidos reafirmará y aplicará el Corolario Trump” para establecer “una restauración sensata y contundente del poder y las prioridades estadounidenses”.
El nuevo documento y el coqueteo con los partidos de extrema derecha de la actual administración no aparecen sorpresivamente.
Ya en febrero, durante la Conferencia de Seguridad de Múnich, el vicepresidente de Estados Unidos, J D Vance, ofreció un adelanto con un incendiario discurso y una apocalíptica visión del Viejo Continente.
Y cuando Trump elogia a AfD para atacar el liberalismo, Vance lo defiende y comparte su diagnóstico, mientras que Marco Rubio lo blanquea institucionalmente, legitimándolo como un partido conservador democráticamente electo.
Según Trump y sus empleados, el AfD no es un partido neonazi, pero para mí, si camina como un pato, grazna como un pato y nada como un pato...