Se están cumpliendo diez años de la conmemoración más multitudinaria que se recuerda, el cincuentenario de la Coronación de la Macarena. Unos actos que duraron toda una semana en la que la Virgen de la Esperanza presidió tres procesiones, un besamanos en el Sagrario, una función en la Plaza de España, visitó Ómnium Sactorum, Montesión, La Amargura, El Valle, el Ayuntamiento, La Universidad, Los Negritos, el Santuario de María Auxiliadora, el de los Gitanos, la casa de Sor Ángela, San Gil... Celebró un triduo en la Catedral, llevó dos pasos, cuatro mantos... Una maravillosa locura de la que aun hoy tenemos nostalgia. Manuel García, Santiago Álvarez, Fernando Marmolejo, Jerónimo Núñez, Antonio Santiago, Pepe Garduño, Orellana, Cabrero, Cabezuelo, el llorado Cossío, María Isabel, Rosa Arcos... Son nombres que entre otros tuvieron que ver con un acontecimiento que Sevilla no olvidará en la vida. Frente a frente Si la calle Feria comienza en el Arco termina en San Juan de la Palma. Los dos pilares que le dan vida a esta espina dorsal de las devociones de Sevilla estuvieron durante unos minutos frente a frente. La Esperanza y la Amargura. Dos maneras de sufrir, dos maneras de ser, dos coronas, dos marchas, poco más de dos milenios esperando este momento. Bajo sus pies La ciudad para recibirla le puso una alfombra en la Plaza de San Francisco convertida en el salón del trono, con portadas de Corpus, con toldos. En ese momento la procesión se había desbordado y los relojes no contaban. Iba a llegar muy tarde a la Catedral. No hubo problemas. Como dijo el canónigo Luis Rueda, "A su casa viene" El Sagrario Vestida como la Inmaculada de Murillo, bajo el retablo de Roldán donde dice que la Madre del Crucificado tiene un aire de su rostro. En ese lugar durante tres días la Virgen de la Esperanza recibió el beso de miles de personas. Como una veleta En el paso del Virgen del Rosario, bajo el resplandor de Laureano de Pina, con el manto camaronero y alumbrada por la plata antigua de la Catedral, la Macarena quiso ser una veleta en todo lo alto de su imponente altar de cultos. Tan alto, que hasta el Giraldillo agachó la mirada para contemplarla con cierto recelo... El día más largo Amaneció el 31 de mayo. Cincuenta años después, en esta ocasión la Esperanza si pudo ir a la Plaza de España para presidir la función religiosa prevista para el día de su coronación. El sol, ausente en 1964 quiso hacer su acto de contrición y brillar como nunca durante todo el día. Una jornada que duró más de 24 horas desde que la Virgen salió de la Catedral hasta que se recogió en su Basílica El abrazo de la Ciudad La imagen lo dice todo. La Plaza de España, emulando la de San Pedro de Roma abrazando a la Virgen que fue colocada en el centro de la circunferencia. Ladrillo y cerámica, el parque al fondo y el cielo limpio en las alturas. La historia y la naturaleza hicieron de priostes para construir el mejor altar de cultos que en la vida ha tenido la Macarena Mantillas Cuando pasan cosas importantes, las hermanas de la Macarena visten de mantilla. Lo hacen el Jueves Santo y también aquel día. El negro se transformó en blanco, y el Jueves Santo en Sábado de Gloria. Suspiros de España Hay veces en que las cosas pasan solo por una vez en la vida. Como cuando la orquesta interpretó, saliendo la Virgen de la Plaza, la nostálgica copla del maestro Antonio Álvarez Alonso a la que le puso voz Estrellita Castro. Una melodía que hizo aflorar todas las nostalgias del mundo y también las penas; el desengaño, la lejanía, el desamor, los desastres de la guerra, el hambre... Nostalgias y penas en las que la Macarena ha sido la única esperanza a la que agarrarse La cátedra La Macarena pasó por el Parque por primera vez en la vida. Y lo hizo suyo. Durante 50 años los dueños del Restaurante la Raza estuvieron esperando para entregarles el ramo de flores que no pudieron ofrendarle en 1964 y esta vez sí lo hicieron. Al salir de la sombra de los cipreses, las plataneras y las higueras, la Virgen llegó a la casa donde descansa el crucificado. Durante unos años vivieron juntos y ahora que pasaba por su lado no era cuestión de no hacerles una visita. Los Estudiantes aliviaron el mediodía sin final de aquel 31 de mayo. La Virgen se sintió en la Universidad como si estuviera en su casa. Quiso pasar en silencio, como para no despertar a su Niño que siguió durmiendo su Buena Muerte. Canela y clavo Con Manuel García -sangre verde- con su vara de las capillas en la mano, la procesión de regreso pasó por los Negritos y entró en el Santuario de Los Salesianos. Pero la Esperanza desvió su camino cuando caminaba entre multitudes por la Ronda, para entrar un momento en la casa de Los Gitanos. Si llega a ser por Pepe Moreno, la Virgen no sale de allí tan pronto. Pero la Macarena se tenía que ir. Eso sí, cuando se fue lo hizo con el maravilloso aroma de la canela y el clavo. Amor con amor se paga De niña, María de los Ángeles Guerrero vivía muy cerca de la Parroquia de San Gil. Era una joven de ese trozo de ciudad pegado a la muralla que custodian la Hiniesta, y la Macarena. ¿Cuántas veces no habría ido muralla adentro a rezarle a la Esperanza? ¿Cuántas veces no la habría visto por las mañanas del Viernes Santo en su versión más romántica con palio de plata y manto negro cuando aún no se había fijado en Ella un jovencísimo Juan Manuel? Cuando se trata de cariño, la Macarena siempre devuelve lo recibido. Por eso se fue a casa de la zapatera que después llegó a ser santa. Amor, con amor se paga. Los priostes El aniversario macareno fue la operación de logística cofradiera más importante de la historia. Dos pasos, cuatro mantos, varios altares... Los herederos de los hortelanos quisieron hacer una conmemoración tal que las generaciones venideras les tomaran por locos. Pero locos de cariño por la Esperanza. Y ahí se unieron dos generaciones para sacar adelante un programa de procesiones y de cultos inédito. Fue posible por la unión de dos artistas, uno del cincel y el otro de la imaginación. Fernando Marmolejo y Jerónimo Núñez no descartaron ninguno de sus sueños que en el cincuentenario macareno, por imposibles que fueran, se hicieron maravillosa realidad. Pero como Tu, ninguna. Era domingo, clareaba por las antiguas huertas. Al contrario que en la Madrugada, a la Virgen no le habían salido las ojeras que siempre hinchan sus ojos cuando viene por la calle Feria. En ese rincón donde Antonio Gala la veía, tan cansada como una mujer a la que le molestaban ya los tacones. Cuando llegó a la Basílica no había en su rostro ni un rastro de haber pasado casi 24 horas en la calle, con su gente. Antonio Santiago iba a llamar pero allí estaba Luis León. Y le cedió el honor. El viejo zorro cuya mano tiene la forma del dragón con el que se levanta el paso se dirigió a sus hombres, y brindó la faena a su maestro Manolo Santiago. Antonio, Luis, Manolo... El círculo se cerraba. El sol estaba embobado, tanto que solo comenzó a subir cuando la Esperanza llegó a su casa. Entonces se oyó una ráfaga de viento. Era la manera en la que el sol le decía también a la Macarena "pero como Tú, ninguna"
