Inflación
La inflación actual, en México y en el mundo, se siente peor de lo que dicen las cifras oficiales. Uno va al supermercado, o paga renta, o paga colegiaturas, y los incrementos de precios no parecieran estar cerca del promedio oficial mexicano, que nos dice el gobierno, a través del INEGI, que es 3.8 por ciento.
El INEGI es muy serio con sus números. También lo era Banco de México cuando ellos hacían la medición de inflación. Pero, hay que pensar en el concepto macroeconómico de inflación, en cómo la medimos, en efectos de cambio en los precios relativos de los bienes y los servicios, que afectan la medición de la inflación, y en otras políticas públicas, nacionales e internacionales, como los salarios mínimos en México, y la política arancelaria del presidente Trump en los Estados Unidos.
La definición que usa cualquier economista que trata de enseñar macroeconomía a otros, es que la inflación es un incremento generalizado y sostenido en el nivel general de precios. Lo que la prensa popular llama inflación - la medición de la quincena o del mes actual – no es más que la inflación medida en el período, que puede verse afectada por una mala cosecha agrícola, por ejemplo. Pero, si no hay un incremento generalizado y sostenido, mes a mes, quincena a quincena, del nivel general de los precios, no hay inflación como tal.
Mis amigos libertarios de la escuela económica austriaca dirían que el “nivel general de precios” es una ficción. Tienen un punto de razón. No podemos ponderar el precio de los coches con el de los jitomates, porque literalmente estaríamos sumando peras con manzanas. Pero, el precio relativo de un coche medido en jitomates sí es una cosa real. Por ejemplo, en la pandemia escasearon los componentes electrónicos que integran un coche, porque las empresas que los producen estaban concentradas en entregar al público más electrónica doméstica (celulares, tabletas y computadoras). Por ello, el precio relativo de un coche medido en jitomates o en laptops, sí cambió. Eso impacta hacia arriba la inflación medida en el período pandémico, pero no quiere decir necesariamente que el nivel general de precios esté subiendo.
Algunos economistas estadounidenses, notablemente Jason Furman, del Peterson Institute for International Economics, y otros, han advertido sobre un defecto de diseño en la medición de la inflación, de la cual ya nos había advertido una funcionaria de la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS, en inglés), hace un siglo, la experta en estadística de precios Margaret Wright. El índice de precios al consumidor estadounidense, y el mexicano, y el de la mayoría de los países en el mundo, es un promedio ponderado de los incrementos en los precios de una canasta de bienes. El peso que tiene cada artículo en la canasta está fijo. Dado que la gente cambia sus hábitos de consumo, el CPI americano, o el INPC mexicano, no necesariamente miden la inflación como la sienten todos los consumidores en México, o en Estados Unidos.
EN 2026 habrá que hacer herramientas para medir la inflación con ponderaciones para diferentes tipos de consumidores (y de industrias, si estamos hablando de la inflación del productor). Por ejemplo, si usted está pagando educación internacional para sus hijos, con un fuerte componente de matemáticas, inglés y otros idiomas, y herramientas digitales, notará que la inflación de ese tipo de servicio es mucho más alta que el 3.8 por ciento que mide el INEGI, o la inflación educativa en México, que es alrededor de 5.8 por ciento.
Es evidente que los subsidios que el Gobierno de México le está dando a los hogares también tiene un efecto en la inflación. Si la gente tiene más dinero para consumir, los bienes de consumo subirán de precio, porque hay más dinero tratando de comprar a esos bienes.
Milton Friedman dijo, que la inflación siempre es un fenómeno monetario. Si la cantidad de dinero crece a tasas crecientes hará que los precios respondan igual. Sargent dijo que la inflación es un fenómeno fiscal. Es el Estado quien lleva a la autoridad monetaria a tomar decisiones irresponsables de creación de dinero.
Normalmente, los gobiernos dicen que los empresarios no suben salarios, y no bajan precios, porque son codiciosos. Que por eso es necesario que el gobierno intervenga en los salarios y en los precios de los productos. En esos casos el remedio siempre sale peor que la enfermedad. Pero eso es materia de otro artículo. Si me preguntan qué podemos esperar para el 2026, la respuesta es inflación. Tú inflación, no la del INEGI.