Acota Francia el uso de IA en sentencias judiciales
Para quienes miran en la IA la nueva frontera de la humanidad, la ola que habrá de transformarlo todo y la tecnología de la liberación, las normas que se dictan para tratar de mantener el sesgo humano como parte indispensable para su vigencia y aplicabilidad será visto, en un espacio de 10 años, como hoy lo hacemos con algunas leyes medievales. Para esta perspectiva, en ese grupo habrá que ubicar la resolución dictada en Francia esta semana, que obliga a sus tribunales administrativos a mantener supervisión humana constante en sus fallos, además de limitar la automatización en los procedimientos.
Esta es una respuesta que surge ante el creciente uso de IA en todos los ámbitos de la actividad jurídica, en uno de los rubros más sensibles, que es el de la labor de los jueces que administran justicia a los gobernados. Según el documento lo articula, su objetivo es alcanzar un alto nivel de seguridad y transparencia, que permita el uso de tecnologías de automatización, pero sin comprometer las bases humanas esenciales del sistema.
Para quienes alientan el uso de herramientas de IA en la administración de justicia, basta tomar conciencia de la caótica situación imperante para cientos de miles de personas que esperan por años el dictado de una sentencia, en cualquier materia, entre las atiborradas pilas de expedientes de cualquier tribunal para, al final, tener un fallo que no alcanza un umbral aceptable de calidad técnica ni materializa la idea de legalidad. Es esta una condición en la que los principios básicos de acceso a la justicia son burlados por un sistema idealizado que, en realidad, se ha convertido en un recipiente vacío e inoperante en prácticamente todas las jurisdicciones.
El reglamento que contiene la diversidad de estas disposiciones tiene un énfasis particular en proteger la privacidad de la información, así como la no discriminación. La pregunta que cualquiera nos haríamos es si en el actual estado de cosas, la formación y orientación de los jueces no tiene esa clase de “sesgos”; respecto de la confidencialidad no hay duda, cuando la ley prevé que el proceso tenga esta condición, cualquier herramienta tecnológica utilizada debe garantizar su observancia.
La pregunta que inevitablemente se puede formular ante esta disyuntiva es: ¿realmente la IA podría modificar sustancialmente la condición de rezago que enfrentan los tribunales, emitiendo resoluciones razonables? La respuesta de cualquier persona medianamente avezada en estos temas es que sí, sin duda, al menos en un alto porcentaje de litigios que son rutinizables. Imaginemos: casos como la reclamación del pago a un deudor alimentario, una demanda de terminación de contrato de arrendamiento o un pagaré que no es atendido en su plazo, claramente pueden ser procesados con IA para alcanzar una sentencia legal si el compendio de datos de inicio es adecuadamente realizado. Otros casos, en cambio, sin duda seguirán requiriendo de la sensibilidad humana para “dar a cada uno lo suyo”, atendiendo a su gravedad, su complejidad o su singularidad.
Lo que empieza a quedar claro, en este largo proceso seguido en el mundo entero para regular el uso de la IA, es que son afanes que serán superados en poco tiempo, ante la inflexible adopción de los recursos de la Inteligencia Artificial en otros tantos ámbitos de la vida. Eso no significa que no se deba realizar el mayor esfuerzo por alcanzar un uso equilibrado, sensato, imparcial, seguro y respetuoso del medio ambiente.