De variados estilos e infinidad de historias, este monumento fue el primero en ser declarado Monumento Histórico Artístico Nacional de toda la provincia de Cádiz
Entre el siglo XIV y el XV fue erigida en Jerez de la Frontera la imponente Cartuja de Santa María de la Defensión
Bien de Interés Cultural y de 90 hectáreas, es uno de los yacimientos más importantes pero permanece bajo tierra
Ubicada en la zona sur de Jerez de la Frontera, a unos cinco kilómetros del casco urbano y sobre una colina en el margen derecho del río Guadalete, uno puede encontrar y ver de cerca la majestuosa Cartuja de Santa María de la Defensión. Este conjunto monumental es considerado por muchos como el de mayor valor artístico de toda la provincia de Cádiz y uno de los más relevantes de toda Andalucía. Su presencia física impone respeto por la magnitud de su arquitectura, que ha logrado sobrevivir a través de los siglos manteniendo su esencia espiritual a pesar de los avatares históricos. De ahí que fuese el primer monumento en ser declarado Monumento Histórico Artístico Nacional de toda la provincia.
El origen histórico de este emplazamiento se remonta al año 1369, vinculado a un episodio bélico conocido como la Batalla de la Defensión o Batalla del Salado. En aquel entonces, las fuerzas cristianas se enfrentaron a las musulmanas en el enclave de El Sotillo, logrando una victoria que la tradición atribuye a la intervención providencial de la Virgen María. Como gesto de gratitud por este auxilio divino, se erigió un pequeño santuario que hoy constituye la base de la actual Capilla de Caminantes, situada en el atrio del monasterio. Pero no fue hasta un siglo después, en 1474, cuando el caballero jerezano de ascendencia genovesa Álvaro Oberto de Valeto impulsó la creación de la cartuja mediante una generosa dotación económica.
Gracias a este patronazgo, los primeros monjes cartujos procedentes de Sevilla pudieron instalarse en el lugar en el año 1476. Este hito marcó el inicio de una presencia monástica que, con algunas interrupciones debidas a causas políticas y sociales, definiría la identidad del edificio durante más de quinientos años. Arquitectónicamente, el monasterio es un compendio de estilos que van desde el gótico tardío hasta el barroco, reflejando el crecimiento prolongado del edificio a través de las épocas. El núcleo original de la iglesia y el monasterio responde a una etapa decadente del gótico, característica del siglo XV, que aún es visible en gran parte de su estructura.
Sin embargo, el paso del tiempo permitió la incorporación de elementos sobresalientes del Renacimiento y el Barroco, consolidando un patrimonio artístico de primer orden en la región. Entre sus elementos exteriores más destacados sobresale la impresionante portada renacentista de ingreso al monasterio, una obra magistral diseñada por Andrés de Ribera en 1571. También resultan sumamente llamativas la fachada y la crestería exterior de la iglesia, que datan del siglo XVII, así como la Gran Cruz realizada entre 1561 y 1567 que se encuentra en el exterior. Estos elementos dan la bienvenida a un curioso visitante antes de adentrarse en la riqueza de sus espacios internos, que albergan tesoros de valor incalculable.
El interior de la Cartuja custodia obras de artistas de renombre universal como Zurbarán, Martínez Montañés, José de Arce, Pedro Roldán y Esteve Bonet. Destaca especialmente el pequeño claustro gótico proyectado por Martínez Montañés y el retablo mayor de Juan de Oviedo de la Bandera, trasladado desde la cercana Sanlúcar de Barrameda en 1960. Asimismo, el retablo donde se encuentra la imagen de San Bruno es obra de José de Arce, mientras que algunas pinturas de gran importancia que pertenecieron al monasterio se custodian hoy en el Museo de Cádiz.
La organización del espacio fue concebida meticulosamente para facilitar la vida contemplativa de los padres cartujos, destacando por encima de todo el Claustro de Padres. En este lugar se distribuyen las celdas, diseñadas para que los monjes lleven una vida solitaria, contando cada una con refectorio, dormitorio, estudio y oratorio propios. El conjunto se complementa con el Claustro de Legos, destinado a quienes servían a los padres, y un Claustrillo que organiza el acceso a salas comunes como el Capítulo y el Refectorio. La iglesia es otro de los pilares fundamentales del conjunto, con una fachada barroca diseñada por el hermano Pedro del Piñar que incluye imágenes en sus nichos de Francisco de Gálvez.
Una vez que se accede al interior, uno descubre que este se encuentra dividido estratégicamente en tres zonas diferenciadas: una para los padres cartujos, otra para los hermanos legos y la parte exterior para los fieles que deseen acompañar el culto. En este recinto sagrado se celebra la eucaristía y se reza el oficio de las Horas, manteniendo viva la tradición litúrgica de sus antiguos moradores.
De invasión a reconocimiento
La trayectoria de la Cartuja ha estado marcada por momentos de gran dificultad, como ocurrió en 1810 con la invasión francesa, cuando los monjes huyeron a Cádiz y el edificio fue usado por las tropas. Posteriormente, en 1835, el proceso de desamortización obligó al abandono del monasterio y provocó un expolio significativo de sus bienes artísticos y territoriales. Durante este periodo se perdieron elementos valiosos como la antigua huerta de la Cartuja, el molino de aceite y el mirador del río Guadalete. El renacimiento del monasterio comenzó a mediados del siglo XIX, cuando en 1856 se convirtió en el primer monumento de la provincia de Cádiz declarado Monumento Histórico Artístico Nacional.
Casi un siglo después, en 1948, los cartujos regresaron a Jerez por mediación del arzobispo de Sevilla, don Pedro Segura y Sáenz, restaurando la vida monástica en el lugar. Esta segunda etapa de la orden masculina se prolongó hasta el año 2001, momento en que se produjo su salida definitiva del recinto. Tras la marcha de los cartujos, el monasterio fue ocupado en 2002 por las Hermanas de Belén, una orden femenina dedicada también a la contemplación, quienes permanecieron allí hasta marzo de 2024. Al margen de quien lo habite, la historia del lugar continúa revelando sorpresas arqueológicas, como el hallazgo en 2019 de restos romanos en el río junto al monasterio. Actualmente, los alrededores cuentan con un Centro de Interpretación del Guadalete que complementa la oferta cultural de la zona para todos los visitantes. Para quienes deseen conocer este tesoro patrimonial, es posible realizar visitas guiadas los viernes y sábados por la mañana.