Muere la actriz Brigitte Bardot a los 91 años

Dos escenas, dos momentos pertenecientes a películas muy diferentes, que bien podrían simbolizar esos dos cines siempre a la gresca y tan alejados entre sí que a menudo se tocan y aparean sin pudor: el de autor y el comercial. En “El desprecio” (1963), Michel Piccoli discute con su mujer, interpretada por Brigitte Bardot, mientras esta se encuentra desnuda sobre la cama y la cámara se regodea en ella durante una interminable secuencia que sólo un director europeo se habría atrevido a filmar, desatando un auténtico escándalo. El resultado: la película más taquillera de Jean-Luc Godard (y pese a él, una de las mejores de su carrera).

Algo menos de una década después, en “Las petroleras” (1971), otra larga escena no tan elegante pero quizá más descarada todavía: Brigitte Bardot y Claudia Cardinale se lían y deslían en una auténtica pelea de gatas salvajes en pleno desierto de Almería, a las órdenes de Christian-Jaque. El resultado: un fracaso crítico y la película más taquillera en Francia durante tres semanas seguidas. La escena tardó en rodarse los mismos días que dedicó Dios a crear el mundo... Y a la mujer.

Entre ambas, del cine de autor más prestigioso al más desprestigiado eurowestern, la Bardot reinó soberana como una moderna Afrodita para el siglo XX. No en vano su nombre, Brigitte, deriva de la diosa Brigid o Brigit. La Venus celta, deidad de la naturaleza, la sanación, la poesía y, curioso detalle, de los animales domésticos. Con la llegada del cristianismo, la Brigid irlandesa y la británica Brigantia se transformaron en Santa Brígida. Y con la llegada de la liberación sexual y los años sesenta, en BB.

La nueva mujer

Brigitte Bardot nació para revolucionar el mundo el 28 de septiembre de 1934 en París, ciudad del amor, en el seno de una acomodada familia católica y conservadora. Su madre tenía la esperanza de que se convirtiera en bailarina de ballet clásico, tras estudiar con el coreógrafo ruso Boris Knyazev. Pero cuando Hélène Gordon-Lazareff, directora de las revistas “Elle” y “Le Jardin des Modes” contrató a Brigitte como “modelo infantil”, su destino quedó sellado. De las portadas saltó pronto a las pantallas, comenzando con un pequeño papel en “Le Trou normand” (1952) de Jean Boyer, protagonizada por el cómico Bourvil, el mismo año que contraía matrimonio con el casi novel realizador Roger Vadim. Ella tenía dieciocho años y el 24.

Alternando reportajes fotográficos con el cine, interpretando tanto papeles protagonistas (o casi) en títulos como “Manina, la chica de la isla” (1952) de Willy Rozier o en la coproducción italiana “Traicionada” (1954), de Mario Bonnard, frente a Lucía Bosé, con otros secundarios e incluso menores junto a directores como René Clair, en la comedia de época “Las maniobras del amor” (1955), o hasta en superproducciones de Hollywood como “Helena de Troya” (1956) de Robert Wise, BB se fue convirtiendo en presencia mucho más que decorativa, hasta llegar a ese escándalo supremo que señaló el comienzo de su mito: “Y Dios creó la mujer” (1956).

Su pronto ex marido, Roger Vadim, dirigió con gélida gracia y estilo rara vez reconocidos este sensual melodrama que cambiaría la historia no solo del cine, sino de la sociedad. El propio realizador, bien conocido por sus romances con estrellas de belleza espectacular como Catherine Deneuve, Annette Stroyberg, Jane Fonda o Sylvia Kristel, recordaría años después en sus “Memorias del diablo” (1975) el impacto de la película : “...Brigitte Bardot, libre de sus velos y de los tabúes burgueses, fue entregada al público. Al atravesar las fronteras le dio al mundo un anticipo de lo que iba a ser la moderna moral. Con su impudor y su inimitable forma de actuar y moverse dio al traste con los diez mandamientos y demostró que el sexo ya no era un pecado.”

Nacida de la tan vilipendiada mirada masculina, BB escapaba a sus expectativas más salaces y machistas presentando un nuevo modelo femenino que unía a la niña solo aparentemente ingenua con la mujer explosiva e independiente. Una nueva Lolita, provocadora pero también peligrosa, que desafiaba los constructos sociales y morales vigentes con el vigor pagano de una divinidad ambigua y descarada, quien pese a ser adorada por el mundo entero no se dignaba entregarse a él dócilmente. Algo que supo ver pronto la mismísima Simone de Beauvoir, que dedicó a la actriz algunas de sus mejores páginas en su ensayo “El síndrome de Lolita” (1959), donde hizo por BB lo que décadas más tarde haría Camille Paglia por Madonna, una de sus directas herederas.

Virtudes privadas y vicios públicos

Muchos recordarán a Brigitte Bardot solo como una mujer mayor con cara de pocos amigos, dedicada a la protección de los animales —como su diosa tutelar—, identificada con ideas de la más conservadora derecha francesa, escandalizando durante las últimas décadas con sus opiniones sobre la inmigración, el Islam y otras polémicas cuestiones. Son varias las generaciones que han crecido con esta imagen de la actriz retirada y que difícilmente podrán recordarla en comedias, westerns y películas de aventuras con trasfondo progresista como “¡Viva María!” (1965) de Louis Malle, “Shalako” (1968) de Edward Dmytryk, “La muñeca y el bruto” (1970) de Michel Deville, “El bulevar del ron” (1971) de Robert Enrico o su despedida: “Si Don Juan fuese mujer...” (1973), irónica reflexión sobre los roles de género (cinematográficos y sexuales) a las órdenes de su entonces ex marido Roger Vadim.

Sólo los amantes de la mejor música pop francesa la recordarán como musa del feo y genial Serge Gainsbourg, con quien vivió una intensa historia de amor que se tradujo en maravillosas canciones y “vídeos musicales” avant la lettre, como “Harley-Davidson”, “Comic Strip” o “Bonnie and Clyde”. Ella debió ser quien popularizara la original “Je Taime – Moi Non Plus”, así como debió ser la “Barbarella” (1968) cinematográfica, como era también ya la del cómic, fuente de inspiración para su creador, Jean-Claude Forest, quien le dio su rostro, figura y carácter al personaje. Pero para entonces el director, Vadim, bebía los vientos por Jane Fonda.

El escritor británico Andy Martin recuerda en su libro “Waiting for Bardot” (1996): «“El mito de BB se terminó”, anunció BB en 1974, en su cuarenta cumpleaños. “Quizás en cinco años la gente se habrá olvidado de mi, quizá no. Yo tendré cuarenta y cinco. Podré vivir como cualquiera... No seré ya un bello objeto, sino un ser humano”». Un ser humano que decepcionó a muchos. Pero no a quienes sabemos que BB será siempre un bello objeto a la vez que también, claro, un ser humano, demasiado humano. Y sobre todo, un icono que anticipó una mujer diferente, con nuevas reglas: “Ella camina, baila y se mueve. Su erotismo” —escribió Simone de Beauvoir— “no es mágico, sino agresivo. En el juego del amor, ella es tanto cazador como presa. El macho es un objeto para ella, tanto como ella lo es para él”. BB y Bardot se han ido... pero el juego continúa.