Las diez claves de la economía mundial en 2026 y por qué importan
El 2026 se perfila como un año de transición en medio de incertidumbres. Tras un lustro marcado por pandemia, inflación, shocks geopolíticos y reconfiguración del comercio, los mercados y los gobiernos entran a un periodo en el que el margen para errores es reducido. Para las economías emergentes, como la boliviana, la volatilidad de capitales, el costo del financiamiento y los precios de las materias primas son factores que definan el clima económico. Estas son las diez claves que conviene seguir de cerca.
1. Crecimiento global moderado y desigual
Los organismos multilaterales prevén un crecimiento mundial de 3,3% para 2026, por debajo del promedio prepandemia de 3,7%. Las economías avanzadas seguirán desaceleradas, mientras que los mercados emergentes mantendrán tasas algo mayores, pero no espectaculares. Lo que ocurra en China —todavía el mayor motor de los países en desarrollo— será determinante.
2. Política monetaria
Las decisiones de la Reserva Federal de EEUU, el Banco Central Europeo y el Banco de Japón marcarán el pulso de los mercados financieros. Pero a diferencia de años anteriores, estos bancos centrales ya no se mueven en sincronía. Mientras Japón elevó su tasa clave, Europa mantiene un tono más acomodaticio. Esta divergencia, más que cualquier recorte coordinado, genera la verdadera volatilidad: flujos de capital erráticos, presión sobre divisas emergentes y un costo de financiamiento externo impredecible.
3. Inflación persistente
Aunque la tendencia ha sido a la baja —se espera 3,5% global en 2026, frente a 4,2% en 2025—, persiste el riesgo de inflación «pegajosa» en servicios, salarios y energía. En economías avanzadas, el retorno a las metas del 2% parece más cercano; en emergentes, la convergencia será más lenta. Para los países en desarrollo, la inflación erosiona ingresos reales y eleva el costo político de cualquier ajuste, limitando el espacio para reformas estructurales.
4. Tensiones geopolíticas
Los conflictos abiertos en diversas regiones, la rivalidad entre grandes potencias y la proliferación de medidas proteccionistas pueden interrumpir rutas comerciales y encarecer insumos clave. No se trata solo de aranceles: las restricciones a semiconductores, tierras raras y tecnología crítica fragmentan mercados antes integrados. Una escalada tendría impactos inmediatos sobre el petróleo, los fertilizantes y los granos, afectando tanto a exportadores como a importadores.
5. La ola tecnológica
La inteligencia artificial y la digitalización prometen mejoras de productividad, pero el FMI compara el actual boom con la burbuja “punto com” de finales de los noventa, advirtiendo sobre valoraciones elevadas y beneficios concentrados. Las grandes economías capturan la mayor parte del valor: patentes, infraestructura de datos, capital de riesgo. Para los países emergentes, la clave será insertarse en cadenas de valor intensivas en conocimiento y evitar quedar relegados a tareas de bajo valor agregado.
6. Materias primas volátiles
Petróleo, gas, cobre, litio, soya o trigo seguirán expuestos a shocks geopolíticos y climáticos. Cuando los precios suben, los exportadores ganan ingresos, pero los importadores sufren inflación y déficit externos; cuando caen, ocurre lo contrario. Esta volatilidad complica la planificación fiscal y desalienta la inversión de largo plazo. Los países dependientes de commodities necesitan fondos de estabilización robustos y estrategias de diversificación productiva, no solo discursos sobre ella.
7. Deuda pública
Durante la pandemia, los gobiernos incrementaron su endeudamiento para sostener economías y sistemas de salud. Con tasas más altas, el servicio de esa deuda consume crecientes porciones del presupuesto. La deuda pública global podría alcanzar el 100% del PIB para 2029. En los emergentes, esto se traduce en menos recursos para infraestructura, educación o transición energética, o en mayores impuestos y recortes con consecuencias sociales.
8. Cadenas de suministro en reorganización
La tendencia a la regionalización —nearshoring, friendshoring— continuará. Algunos países pueden beneficiarse captando nuevas inversiones manufactureras que abandonan China; otros pueden perder participación exportadora si no ofrecen estabilidad política, infraestructura logística y capital humano. México, Vietnam y Polonia compiten con ventajas distintas, pero todos enfrentan el mismo desafío: convertir la oportunidad en capacidad instalada antes de que cambie el viento.
9. Inversión extranjera directa escasa
La competencia por capital global será feroz. La estabilidad política, la seguridad jurídica, la disponibilidad de energía limpia y la calidad regulatoria pesarán más que nunca. La inversión extranjera no solo trae divisas: introduce tecnología, empleo formal y encadenamientos productivos. Su caída, en cambio, limita el crecimiento potencial. En un mundo donde el capital es escaso y selectivo, los países que no puedan ofrecer previsibilidad quedarán fuera del juego.
10. Demografía
Mientras las economías avanzadas envejecen, muchas emergentes cuentan con poblaciones jóvenes. Este «bono demográfico» solo se materializa si existen empleo de calidad, educación funcional y políticas de inclusión efectivas. De lo contrario, puede derivar en tensiones sociales, migración masiva y pérdida de talento. India, Indonesia, Nigeria y México tienen ventanas de oportunidad que se cierran: una generación sin perspectivas no es un activo, es un riesgo.
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