La fracción canalla
Toda fracción parlamentaria mayor tiene su segmento canalla, su Bronx como se dice. Es cuestión de los números propios de la democracia; cuando un partido gana muchos asientos es inevitable que algunos lleguen sin las condiciones básicas para asumir la responsabilidad legislativa. Para algunos de ellos, no pocos, sujeto, verbo y complemento son trampa mortal (Ortiz Tejeda dixit).
La Cámara funciona con pocos diputados, quizá 50 de los 500. La tarea de los demás es la votación y para la canallada, la misión es el grito y el insulto. Siempre a partir del anonimato, jamás dando la cara, menos desde la tribuna. Así es la realidad del parlamento y así será. En esta legislatura de esos 50 hay muchos de excepción como Porfirio Muñoz Ledo, Alfonso Ramírez Cuéllar, Dulce María Sauri, René Juárez, Marco Adame o Juan Carlos Romero Hicks.
La cuestión ahora es que el Bronx de la minoría mayor y lo peor de las otras minorías hacen lo suyo en su modo y forma, acreditan que la rebelión de las masas en su peor expresión se ha instalado en la Cámara. Lamentable que el experimentado Porfirio Muñoz Ledo no haya advertido que era utilizado con el mejor de los argumentos (la calidad parlamentaria de Porfirio) y el peor de los propósitos: despojar a la pluralidad el derecho de co-gobierno de la Cámara. Tuvo que poner orden el presidente Andrés Manuel López Obrador para hacerles ver que había que cumplir con la ley y los compromisos; además, que no se debía modificar la ley del Congreso para resolver un interés de grupo. También Ricardo Monreal debió decirles que en tal intento legislativo no contaran con el voto mayoritario en la co-legisladora. Porfirio tuvo que declinar a la presidencia no sin antes proferir una no intencionada mentada.
La Cámara se ha polarizado. La oposición corre a cuenta solo del Partido Acción Nacional una vez que el de la Revolución Democrática se ha desintegrado y que parte de los diputados del Revolucionario Institucional con el ex gobernador Rubén Moreira a la cabeza se han alineado con Morena, el mismo que pretendió arrebatar la coordinación tricolor a René Juárez. Esa parte del PRI avaló la ratificación del mandato de López Obrador para la elección intermedia, determinación fatal para la democracia. Tuvo que venir el Senado para poner orden. Alejandro Moreno requiere del respaldo de sus legisladores, pero el enemigo lo tiene en casa, en quien ya creó su propio partido en Coahuila, a la medida de su lealtad y fe al PRI del que con creces ha usufructuado en lo político y económico.
También el Presidente requiere de la lealtad de sus legisladores, esto es, la capacidad para darle horizontalidad y trascendencia al proyecto ético y político que sustenta. López Obrador se ha referido al oportunismo y al extravío político del Morena a grado tal que ha dicho que renunciaría al partido de proseguir por esa ruta.
En el Senado se ha hecho considerablemente mejor política que en la Cámara, como fue evidente en la elección de la Mesa Directiva. Martí Batres, bajo la pretensión de reelección, fue derrotado política y moralmente por los suyos. La voluntad de la mayoría de sus correligionarios se convalidó con el voto de las demás fracciones. Una lección que muestra que ética y política pueden ir de la mano.
Los diputados de Morena confían en algo que difícilmente habrá de ocurrir: un voto ampliamente favorable en la elección intermedia que les diera mayoría absoluta. Por ello han resuelto cambiar la ley a partir de 2021. Si hubiera talento y un poco de inteligencia, debieran preparar a la Cámara para una integración sumamente fragmentada, donde el PAN habría de disputar a Morena la primera minoría y Movimiento Ciudadano podría ser la tercera fuerza política, si es que el PRI continúa con el herradero y la desmemoria desde que perdió la Presidencia. Preparar al país justo para lo que se resisten: la coexistencia de la diversidad.
fberrueto@gmail.com
@berrueto