Los mejores cuentos para Reyes
La literatura infantil atraviesa un momento especialmente fértil y diverso. Lejos de limitarse a la función de entretener, muchos de los libros que llegan hoy a las librerías para niños —ahora se añade «para niñas»— apuestan por acompañar, interpelar y abrir preguntas. La lectura se plantea como una experiencia activa, emocional y cognitiva, capaz de ayudar a los más pequeños a comprender el mundo que los rodea y a comprenderse a sí mismos. En este contexto, las novedades editoriales confirman la buena salud de un sector que combina imaginación, cuidado estético y una clara vocación pedagógica entendida en el mejor sentido del término.
Un buen punto de partida es “Este libro es para ti”, de Isaac García Mainar y Furia (editorial Alba), que aborda de manera directa una de las grandes cuestiones de la literatura infantil contemporánea: cómo despertar el deseo de leer. Carla, su protagonista, no siente ningún interés por los libros; prefiere la televisión, los juguetes o los videojuegos. Sin embargo, un regalo inesperado de su madre —un libro cuyo título la desconcierta— acaba transformando su percepción. A medida que Carla vive, el libro se va escribiendo, convirtiéndose en un espacio donde se reflejan sus dudas, descubrimientos y emociones. La lectura aparece así no como una obligación, sino como un lugar de encuentro con uno mismo.
Por su parte, desde la metáfora visual y narrativa, “El rifirrafe”, de Clotilde Perrin (editorial Maeva), propone una reflexión sencilla y muy eficaz sobre el conflicto. Minino y Cachorro, dos vecinos que se llevaban bien, comienzan a pelearse sin saber muy bien por qué. La solución que encuentran —levantar un muro cada vez más alto— resulta tan absurda como reconocible. Las solapas y los recursos gráficos no son solo un juego formal, sino una forma de implicar al lector en una historia que habla de enfados, incomunicación y de la posibilidad de derribar barreras.
También desde el simbolismo, pero con un tono más poético y humorístico, “Mi amor”, de Paul Cox (Libros del Zorro Rojo), recupera un álbum publicado originalmente en Francia en 1992 y convertido con el tiempo en un pequeño libro de culto. La historia de un personaje anónimo que intenta conquistar a su amada mediante gestos exagerados y a veces ridículos funciona como una reflexión delicada sobre el amor no correspondido y sobre el valor del intento. La cuidada técnica de esténcil y linograbado refuerza la idea de que el álbum ilustrado puede ser, además de una historia, un objeto artístico para atesorar.
Emociones y ciencias
La educación emocional ocupa un lugar central en buena parte de las propuestas actuales, conscientes de la importancia de ofrecer a los niños herramientas para nombrar lo que sienten. En este sentido, “Los sentimientos de Lulú”, de Camilla Reid y Ailie Busby (editorial SM), invita a reconocer emociones básicas mediante un formato interactivo que incluye un espejo, animando a los lectores a imitar gestos y a hablar sobre su estado de ánimo. En la misma editorial, “Abrázame”, de Simona Ciraolo, recurre a un personaje tan original como un joven cactus para hablar de la necesidad de afecto. De esta manera, Felipe busca un abrazo en un entorno donde nadie parece dispuesto a darlo, y su viaje se convierte en una metáfora clara y conmovedora sobre la empatía y el cuidado.
Ese mismo tono afectivo recorre “El amor es mi color favorito”, de Nina Laden y Melissa Castrillon (editorial Blume), un libro que celebra los pequeños momentos de felicidad cotidiana. Así, a través de frases sencillas y evocadoras, el libro invita a observar el mundo con atención y a descubrir valores como la gratitud, la valentía o la esperanza en gestos aparentemente mínimos. Es un ejemplo de cómo la literatura infantil puede transmitir ideas complejas sin necesidad de discursos explícitos.
Y hablando de complejidades dichas de modo sencillo, cabe decir que la curiosidad científica y el deseo de comprender el entorno también tienen un peso notable entre las novedades que se han ido publicando en este 2025. Es el caso de “El mundo de los microbios”, de Lei Ting y Jam Dong (editorial SM), que acerca a los niños a un universo invisible pero fundamental; sus páginas explican de forma clara la diferencia entre microbios beneficiosos y perjudiciales, así como el funcionamiento del cuerpo y el papel de las vacunas.
Asimismo, para quienes se sienten atraídos por la paleontología, “Dinosaurios a capas”, de Ruth Symons y Gail Armstrong (editorial SM), propone un recorrido visual espectacular gracias a troqueles y desplegables que permiten descubrir cómo eran realmente estas criaturas. Para completarlo, el interés por las fascinantes galaxias se canaliza en “Mi primer libro del espacio”, de Pascale Hédelin y Vanessa Robidou (editorial SM), que combina solapas, ruedas y lengüetas para simular una auténtica exploración astronáutica.
Jugar, reír, conocer
El arte contemporáneo también encuentra su espacio en la literatura infantil gracias a iniciativas como la colección «El arte en juego» de la editorial Cinco Tintas. En “Joan Miró: Azul I, Azul II, Azul III”, de Catherine Prats-Okuvama y Kimihito Okuyama, los niños se acercan al universo del pintor a través del color azul, entendido como espacio de imaginación y de sueño. Este libro puede acompañarse de “David Hockney: La llegada de la primavera en Woldgate”, de Delphine Coffin y Alexandra de Bouhellier, de la misma editorial, que propone una experiencia casi escénica: página a página, el lector adopta la mirada de distintos animales que habitan un bosque en transformación. En ambos casos, el arte se presenta como un juego interpretativo, no como un saber cerrado.
Por supuesto, las adaptaciones literarias y las historias de aventuras siguen ocupando un lugar destacado. “Bambi”, de Peggy Nille (editorial SM), ofrece una versión libre y visualmente poderosa del clásico de Felix Salten, mientras que “La niña leona”, de Olivia Hope y Fiona Woodcock (editorial Maeva), combina imaginación y valentía en la experiencia de Lea, una pequeña leona que descubre la gran ciudad. El suspense llega con “Detective Stanley y el misterio en el museo”, de Hannah Tunnicliffe y Erica Harrison (editorial Edebé), una historia que juega con los códigos del género detectivesco y pone a prueba la sagacidad de su protagonista.
La relación entre memoria, naturaleza y paso del tiempo aparece con especial sensibilidad en “Alina y la sirena”, de Hollie Hughes y Sarah Massini (editorial Blume), una historia sobre la transmisión de recuerdos entre generaciones, y en “Este árbol caerá algún día”, de Leslie Barnard Booth y Stephanie Fizer Coleman (editorial Blume), que reflexiona sobre los ciclos de la vida a partir de la historia de un árbol y su papel en el ecosistema incluso después de caer. Desde la misma editorial, “La casa de la pequeña puerta roja”, de Grace Easton, pone el acento en la bondad, la amistad y el sentido de pertenencia. El juego intelectual se despliega en “¿Qué edificio es este?”, de Jocelyn Cho y Rebecca Donnelly (editorial Phaidon), una introducción a la arquitectura concebida como un sistema de adivinanzas, y en “Instrumentos. Escucha la música”, de Mary Richards y Khoa Le (editorial Edebé), que propone un viaje sonoro por distintas obras musicales y los instrumentos que las interpretan.
Finalmente, la oferta se amplía con libros muy ligados a la identidad cultural y a la ficción seriada. “Me llamo Liceu”, de Albert Asensio (editorial Nórdica), da voz al propio teatro para contar su historia desde dentro; “Historia del Betis para niños”, de Fernando Fedriani (editorial Alfar), recorre la trayectoria del club verdiblanco desde una perspectiva lúdica y generacional. El humor crítico aparece en “La huelga de los camellos”, de Júlia Gumà Martí y Anna Maria Clariana Muntada (editorial Picarona), mientras que la amistad y la confianza en uno mismo se refuerzan en “Besties 2: Confía en ti”, de Kayla Miller, Jeffrey Canino y Kristina Luu (editorial Maeva). Completan este panorama la fantasía escolar de “Malada Madrina: Un deseo con trampa”, de Javier Ruescas, Andrés Quinzaños e Ignacio Hernández (editorial Edelvives), y una nueva entrega de “El club de las canguro”, “Con Stacey en Nueva York”, de Ellen T. Crenshaw (editorial Maeva). Sólo son una selección de entre mil y una opciones que tiene el lector adulto pensando en los niños, pero sea como fuere, en conjunto, estas novedades muestran una literatura infantil viva, atenta a las emociones, al conocimiento y a la experiencia estética; libros que no subestiman a sus lectores y que entienden la infancia como una etapa compleja y rica, en la que leer es, ante todo, una forma de estar en el mundo.
CLÁSICOS QUE VUELVEN A EMPEZAR
Las versiones infantiles de los grandes clásicos cumplen hoy una función clave: tender un puente entre la literatura universal y los lectores más jóvenes, sin perder de vista ni la esencia de las obras originales ni las necesidades de quienes se inician en la lectura autónoma. La colección Clásicos Ilustrados de la editorial Picarona se inscribe en esta tradición. En “Mujercitas”, de Louisa May Alcott, con ilustraciones de Domenico Russo, la historia de las hermanas March conserva su núcleo emocional: la unión familiar, los contrastes de carácter y el paso de la infancia a la madurez en un contexto marcado por la guerra. La narración se adapta al público infantil sin renunciar a los conflictos ni a los valores que han convertido esta novela en un referente atemporal. Algo similar ocurre con “La vuelta al mundo en 80 días”, de[[LINK:TAG|||tag|||6336196d5c059a26e23f8149||| Julio Verne]], pues la aventura de Phileas Fogg y Passepartout mantiene su ritmo y su espíritu explorador, desplegando un viaje lleno de ingenio y asombro a través de medios de transporte tan variados como trenes, globos o elefantes. Estas adaptaciones funcionan como una primera puerta de entrada a historias que seguirán acompañando a los lectores cuando crezcan, demostrando que los clásicos, bien contados, nunca pasan de moda.