Las mujeres ocupan un puesto fundamental en el gobierno y la renovación política liderada por Emmanuel Macron. Su presencia ascendente, en algunos casos, provoca «tormentas» que rozan el «escándalo», por muy diversas razones.
A la diputada Aurore Bergé, antigua simpatizante de Nicolas Sarkozy, se le reprocha con frecuencia «vestir demasiado sexy», en la Asamblea Nacional y varias emisiones de televisión.
Desde el verano pasado, las «bromas» y «chistes» sobre Bergé rozan la obscenidad, con muchas frecuencia, aludiéndose a las «reacciones íntimas» que provoca en los hombres (diputados de izquierda y derecha) su estilo de vestir «libre y sexy». Su último paso por una emisión de televisión ha provocado una riada de reacciones, de apoyo y censura.
El caso Bergé corre el riesgo de seguir atizando una crónica entre rosa bombón y rosa porno soft.
Aurora Bergé en una de sus apariciones televisivas, con un vestido muy criticadoEn el caso de la diputada Laetitia Avia es de muy otra índole. En su día, Avia fue presentada por Edouard Philippe, primer ministro, como un «modelo ejemplar»: hija de una familia de inmigrantes de Togo (África), había conseguido hacer carrera profesional (abogada) y política, gracias a su esfuerzo, familiar y personal. Todo iba bien, hasta que Avia fue acusada por un taxista de «atacarlo» a «modiscos». La diputada denunció «mentiras odiosas», reconociendo un «altercado físico» en un taxi. Desde hace días, Avia recibe cartas racistas, groseras y obscenas, con «chistes» sobre el color de su piel y su físico (alusiones a su «gordura»).
Marlène Schiappa, secretaria de Estado para la igualdad de hombres y mujeres, ha salido en defensa de Avia: «Parece ser que algunos señores se consideran “molestos” porque una joven con talento, negra, pueda triunfar políticamente. Con su pan se lo coman».
Schiappa ha estado ella misma en el centro de varios pequeños «escándalos» como presunta autora de relatos «libertinos», publicados con pseudónimo. Historia que ella no confirma ni desmiente, atizando una curiosidad recurrente.
Hay otro tipo de «escándalos» entre las mujeres elegidas por Emmanuel Macron para ocupar puestos de responsabilidad política.
Muriel Pénicaud en la Asamblea francesa
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AFP
Con un patrimonio personal evaluado a 7,5 millones de euros, Muriel Pénicaud es la ministra más rica del gobierno Macron. Que sea ella quien deba realizar las reformas laborales más duras, como ministra del trabajo, suscita comentarios para todos los gustos: «¡Una ricachona que que a recortar el salario de los ferroviarios..!», gritan algunos sindicalistas que prometen una primavera de huelgas contra la reforma del sector ferroviario.
Françoise Nyssen, ministra de cultura, ha estado en el corazón de otro tipo de escándalos: la edición o no edición de los libros racistas de Louis Ferdinand Céline, la conmemoración o no conmemoración del 150 aniversario del intelectual conservador ultra nacionalista Charles Maurras, la han instalado en el corazón de unos debates muy agrios, que no han dejado de suscitar reacciones veladamente sexistas.
El candidato Macron prometió la paridad entre hombres y mujeres en la formación de su gobierno y su nueva política. La promesa ha sido cumplida en bastante medida. Los escándalos pasados, presentes y por venir quizá hablen de una metamorfosis de fondo del paisaje político nacional.
