Mbappé es ahora mismo la chispa de un PSG en construcción. En un partido tosco de los locales, impropio de una ciudad como París, el delantero consiguió decantar para los suyos el encuentro con un gol, una asistencia y un penalti provocado. Messi se aupó en el joven talento para anotar un doblete, pese a que su actuación no fue brillante. Pochettino tiene mucho trabajo para dotar de alma a un proyecto que tiene todo lo demás. Hasta que ese momento llegue, Mbappé es el PSG.
El PSG tiene un gran producto entre manos. Sobre el Parque de los Príncipes se alinean los mejores jugadores del planeta y de fondo parpadea la Torre Eiffel, que como Messi y Mbappé ilumina la noche parisina. Por las entrañas del estadio desfilan leyendas como Ronaldinho o Clarence Seedorf. A su lado, en el palco, estaba Neymar, lesionado, y su padre, con una copa de vino. Tampoco estaba Icardi en la convocatoria para reemplazarle. El argentino se encontraba en Milán intentando salvar a la desesperada su matrimonio, con permiso de Pochettino, y fue el alemán Draxler quien acompañó a los astros. En el otro bando, el Leipzig alemán, un equipo que pese a que ya no está dirigido por el idealista Nagelsmann, fichado este verano para el banquillo del Bayern de Múnich, pretende ser continuista con la idea de su extécnico. Siempre arriba y siempre valiente. Así se palpó sobre el césped, pues los teutones contaron con un par de ocasiones interesantes, pero se les destaparon los pies y el campo abierto dio alas a los locales. En el minuto 9, una recuperación de Messi, donde el argentino pudo cometer falta, propició una contra eléctrica, a tres toques y finalizada con virulencia por Mbappé, que definió fuerte tras una gran galopada mientras Gulacsi solo podía derrumbarse. El PSG pretende esta Champions y no quería perder tiempo.
Medio mundo mira al Paris Saint-Germain, ya sea por envidia, desprecio o expectación. Es un equipo en construcción y con toneladas de talento. Su primera opción es correr pero también tiene la capacidad de marear al rival con la posesión, cambios de registro armonizados por Messi que, como en Barcelona, posee la capacidad de paralizar el tiempo. Mientras busca una identidad, los rivales encuentran grietas en el estrellato para hacer daño. Tampoco es que los parisinos tengan una actitud defensiva digna de sus aspiraciones, aburridos cuando no tienen el esférico. El Leipzig, pese al gol concedido, no se desencajaba y generaba con regularidad. André Silva dio al palo y un par de jugadas después, con una gran transición y con la defensa gala deshilachada, consiguió el empate. Angeliño puso el centro desde la izquierda y el delantero portugués no perdonó al segundo palo (min. 28). El PSG pretendía lucirse, la jugada grande, mientras el Leipzig clavaba el colmillo a la mínima. Mbappé recibía ovaciones mientras hacía ruletas y caños y Nkunku, canterano del PSG y ahora delantero de los alemanes, era todo decisión e intención. Kimpembe se desesperaba con la pasividad defensiva de los suyos. En un instante, el área local estaba llena de camisetas visitantes. El descanso, bien recibido por los confusos galos.
Un fallo a modo de desfibrilador
Poco cambió el escenario. El PSG, denso en la circulación, se estrellaba una y otra vez contra la línea teutona mientras que el Leipzig, con una confianza en sí mismo brutal, llegaba con facilidad y con pocos toques. No sufría y hacía sufrir. Se generaba una fórmula peligrosa para los locales y en el minuto 55, en una de esas jugadas de las que tanto se quejaba Kimpembe en la primera mitad, llegó el segundo para los alemanes. Un centro, otra vez desde la izquierda y otra vez desde la bota del gallego Angeliño, fue rematado por Mukiele, que entró solo mientras los zagueros del PSG se quedaban clavados, desconectados de la acción. Decepcionante partido de la constelación, tremendo despliegue del Leipzig, un equipo millonario dopado por la compañía Redbull y de los más odiados de Alemania, pero que al menos ponía garra a su fútbol. Solo un fallo garrafal podía revivir al PSG, y eso mismo pasó. En el minuto 67, una cesión atrás de Adams a Angeliño, desastrosa, fue a parar a Mbappé, quien de nuevo cabalgó, cedió atrás y Messi, hasta ese minuto desaparecido en el partido, definió al palo largo, que empujó al balón a la red. Un gol poco merecido pero igual de válido que cualquier otro.
La acción generó un desenlace alternativo. Seguía el Leipzig a lo suyo pero Mbappé, hombre del partido, provocó un penalti claro en 73, pues el defensa se ayudó de las manos para derribar al imparable delantero, que sin lindes que lo limiten es destructivo. Tras caer al suelo, rápidamente, el francés señaló a Messi para que el argentino tirase la pena máxima. Lo hizo a lo panenka, con una frialdad aterradora, y consiguió la victoria momentánea. Un resultado, que se mantuvo hasta el final, aceptable viendo el denso juego mostrado por los franceses, más si se tiene en cuenta que el Leipzig, que ha perdido jugadores importantes este verano, transita por una minicrisis, octavo en la Bundesliga. Mbappé, humanizado, falló un penalti en el descuento tras su gran actuación.
