Un mariachi al rescate del náhuatl
Es la provincia en Ciudad de México. Es Milpa Alta y sus 12 pueblos. Entre la espesa vegetación, hacia Morelos, está San Pedro Atocpan; aquí se localiza la ex Hacienda de Tlaixco, donde se reúne el mariachi bilingüe Voz de México, la mayoría de cuyos integrantes son compadres y familiares entre sí. Los unifica el gusto por cantar en náhuatl.
La cita es en una antigua casona, la ex Hacienda de Tlaixco, con muros de piedra volcánica y un antiguo pozo en el centro. “Este lugar se fundó hace como 400 años, aproximadamente, y el fundador fue el señor Pedro Atocpaneca”, dice Ricardo Meza Retana, su propietario, un catador de mole, que es lo suyo, además de chef nativo.
Aquí están los Ponce, los Rosas y los Zamora; Pastor Mata, Beto Ríos, Fausto Ramírez e Iván Morales. Ellos integran este excepcional mariachi. Trompeta, guitarrón, vihuela, arpa y violines. Lucino Zamora es la voz cantante y toca la guitarra. Los acompaña su hija Valeria, que interpreta canciones tradicionales, como Jacinto Cenobio.
En este mes patrio tenían planeado presentar en público su primer disco, Raíces y canto en náhuatl, con 10 canciones, entre ellas La feria de las flores, Canción mixteca y La llorona, pero se cruzó la pandemia y les frustró sus planes, como a todo el mundo.
Voz de México es el primer mariachi de la capital del país que también vocaliza en náhuatl, dice el etnomusicólogo y náhuatl-hablante Iván Morales Romero, egresado de la Facultad de Música de la UNAM, quien toca violín.
“El náhuatl es una lengua que tiene dos mil años de existencia. Entonces la música se ha vuelto un refugio natural del idioma”, comenta Morales, oriundo de Santa Ana Tlacotenco.
—¿Por qué un mariachi en náhuatl?
—La música permite la revitalización de la lengua para las futuras generaciones –responde Iván Morales-, en especial el mariachi, que permea en la mayor parte de la sociedad.
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Hace 17 años, Lucino Zamora decidió fundar un mariachi con personas originarias de Milpa Alta. Al paso del tiempo algunos se fueron; después, el grupo se compactó y otros lo acompañaron en la aventura, entre ellos Pastor Mata, el segundo de a bordo.
En el año 2015, cuando inicia la escuela de Mariachi Ollin Yoliztli, en Garibaldi, comenta Lucino Zamora, cuatro integrantes de Voz de México formaron parte de la primera generación de egresados.
Lucino Zamora, quien nació en 1970, en el mero centro de Milpa Alta, se enorgullece de haber tenido como maestros a renombrados músicos; entre ellos, por mencionar a dos, al guitarrista y arreglista Erick Romeo Mora y a Rigoberto Alfaro, compositor y arreglista del Mariachi Vargas.
Zamora recuerda que desde los 9 años le gustaba cantar. Primero lo hizo en castellano; ya de adulto, como parte del grupo, también en el idioma nativo, herencia de sus antepasados.
—¿Y por qué en náhuatl?
—En náhuatl lo hicimos pensando en que si nuestra música, en todo el mundo, es representativa de México, por qué no hacerlo en nuestra lengua; sobre todo aquí, en Milpa Alta, alcaldía donde todavía existen pueblos que son náhuatl-hablantes.
Y llegó el día que, bien preparados, grabaron diez canciones típicas de diferentes partes de nuestro país. Entre las que están Cielito lindo y Jacinto Cenobio; La media Calandria, originaria de la Tierra Caliente michoacana; Canción Mixteca y La Llorona, de Oaxaca.
Y aunque no todos los integrantes del mariachi hablan el náhuatl, la mayoría lo entiende, como Lucino, quien admite que es un idioma “muy difícil, solo comparado con el alemán”.
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En realidad no es fácil traducir canciones al náhuatl, “aunque resulta divertido”, admite Iván Morales Romero, quien nació en Santa Ana Tlacotenco, donde todavía se habla el náhuatl. Toca el violín y la guitarra.
En su tesis titulada Aztecatzitzin Mexicatlalli…Somos aztecas mexicanitas, Morales Romero describe:
“En el altiplano central mexicano, cuyo centro es la Cueca de México y los cercanos valles de Puebla, Toluca y Morelos, se encuentra una zona habitada por pueblos de origen y habla náhuatl. Dicha zona comprende las alcaldías de Milpa Alta y Xochimilco, las que pertenecen a la Ciudad de México y forman parte de la zona rural de la capital de nuestro país”.
También menciona de los 12 pueblos que componen Milpa Alta, para luego concretarse a escribir sobre el suyo, Santa Ana Tlacotenco, que significa “en la orilla de las jarillas o breñal”.
De vuelta al tema del mariachi se le pregunta sobre la peculiaridad que hay en la traducción del idioma español al náhuatl, “que es una lengua muy aglutinante”, define el musicólogo.
—No se puede hacer una traducción literal, sino analógica, como dicen los lingüistas –comenta el musicólogo- para poder meter bien la rítmica y la métrica a la música original. Pero es un trabajo muy divertido.
Y es el náhuatl actual, el de Santa Ana Tlacotenco, asegura, el que más se asemeja al que se hablaba cuando llegaron los españoles.
“Y no lo digo yo, lo dice el doctor Miguel León Portilla, que es un erudito”, aclara. “Y esa es la importancia de Milpa Alta”.
—¿Qué siente interpretar canciones en náhuatl?
—Es un orgullo, porque por mucho tiempo la lengua ha sido como un estigma. Nosotros somos náhuatl-hablantes modernos que hacemos proyectos desde la comunidad, como en Oaxaca, para rescatar nuestras culturas.
El musicólogo subraya que el trabajo de investigación surge de su interés que siempre ha tenido por la música y la danza aztecas; por su comunidad y por su lengua materna. “Nací en un pueblo en donde aún se habla la lengua de Nezahualcoyotl, y desde que era muy pequeño siempre veía las diferentes danzas durante la fiesta patronal”.
Todo ha estado presente a lo largo de sus 50 años, desde la cuna, insiste, para luego amarrar sus convicciones:
“Los acordes de la guitarra y los sonidos armónicos del violín, despertaron mi interés hacia el estudio de la música tradicional; algo dentro de mí decía que tenía que aprender a interpretar la música de las diferentes danzas que participan en la fiesta patronal”.
Y fue cuando llegó el momento de ingresar a la Facultad de Música de la UNAM, en el área de Etnomusicología -además de que su padre es un estudioso del idioma materno- “y me di cuenta que la carrera me ofrecía herramientas de investigación para llevar a cabo estudios sobre diferentes manifestaciones musicales”.