El silencio de una ciudad china vacía por el coronavirus
Un perro solitario atraviesa una gran avenida vacía. Mira a los lados, extraviado, sin decidirse claramente por una dirección. Simplemente vaga. La escena se repite en muchas calles. Los perros, callejeros o abandonados, se han erigido en dueños de la ciudad. No se oye el ruido de los coches ni de la gente, no se oye a los niños jugar en el patio del colegio ni el soniquete de las obras de construcción.
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