Cuenta la leyenda que el infante Don Pedro falleció trágicamente el 22 de julio de 1366 tras precipitarse al vacío desde una de las ventanas del Alcázar de Segovia mientras estaba al cuidado de una criada que, al verlo, se lanzó tras él y también murió. En la catedral de Segovia se encuentra su sepulcro, decorado con la efigie de un niño de unos 12 años que, según acaban de descubrir los expertos, no refleja la edad que debía de tener el hijo de Enrique II de Castilla cuando falleció.
El pasado lunes 18 de noviembre, a las 10 de la mañana, y en presencia del deán de la Catedral, Ángel García Rivilla, el secretario del Cabildo, Miguel Ángel Barbado Esteban, y el canónigo encargado de turismo, José Antonio García Ramírez, se retiró la tapa de la efigie del niño para restaurarla. Bajo ella, en un hueco de su base se encontraba el pequeño cofre forrado con terciopelo que, según recogen las crónicas históricas, ha contenido durante siglos los restos del Infante. Hace 461 años que fue trasladado hasta allí desde la antigua catedral y desde entonces nunca se había abierto.
En su interior, se descubrieron enrollados de forma individual una blusa de seda con botones de tela, un faldón de mayor tamaño y un cinturón de tela del mismo color, que hecha un rulo, guardaba tres huesos. La catedral de Segovia informa en una nota que aún queda por identificar la parte del cuerpo a la que pertenecen estos huesos, pero «lo que sí se puede asegurar es que este hallazgo corresponde a la figura histórica del Infante Don Pedro».
«Por el tamaño de las telas y huesos el Infante debía de ser un niño muy pequeño por lo que la edad que se le atribuye en diversos textos en torno a 10-12 años quedaría descartada», deducen tras la apertura del cofre a la que asistieron el arqueólogo territorial de la Junta de Castilla y León Luciano Municio, la jefa del Servicio Territorial de Cultura de Segovia, Ruth Llorente, la restauradora del Museo Provincial de Segovia, Cristina Gómez, y los restauradores encargados de la recuperación del sepulcro, Paloma Sánchez y Graziano Panzieri.
Los restos biológicos hallados serán analizados por una profesional antropóloga con el fin de intentar averiguar la edad que tenía el hijo de Enrique II cuando falleció o qué patologías pudo tener, entre otros aspectos.
En cuanto a las telas encontradas, serán llevadas al Centro de Restauración de la Junta de Castilla y León en Simancas para su restauración. Una vez concluyan estos trabajos, el Cabildo pretende exponer estas vestiduras junto al sepulcro y que formen parte de la nueva musealización de la Sala de Santa Catalina en la que se encuentra. Esta sala de exposiciones se espera reabrir antes de la Semana Santa del próximo año como espacio para mostrar la rica orfebrería que atesora la Catedral.
El Cabildo se ha comprometido a informar detalladamente de los resultados de estas investigaciones, consciente de que la apertura del sepulcro del Infante «ha supuesto dar un giro en la historia de este niño, muy popular en Segovia y entre las personas que visitan la ciudad».
Debido seguramente a que la efigie del niño yacente que se esculpió sobre la tapa representaba visualmente a un niño en torno a los 12 años, se había mantenido hasta ahora que ésa era la edad que tenía el Infante en el momento de su muerte. Sin embargo, los restos descubiertos, en una primera aproximación, apuntarían a que se trataría más bien de un «niño muy pequeño».
Enrique II hizo del Alcázar de Segovia su residencia aunque permanecía habitualmente fuera, debido a la guerra que durante años le enfrentó a su hermano Pedro I «el Cruel» por el poder en Castilla y que terminó en 1369 con la victoria del primero, apodado «el Fraticida», que instauró la dinastía de los Trastámara.
Tras la muerte del Infante en 1366, el monarca, muy ligado a su hijo, expidió un privilegio real desde Burgos para levantar un sepulcro en su honor en el centro del coro de la antigua catedral. En este documento dejó escrito que debería estar iluminado por dos hacheros día y noche y custodiado por «dos porteros de confianza del cabildo para siempre».
Tras la Guerra de las Comunidades (1520-1522) que enfrentó a comuneros contra realistas liderados por el rey Carlos I, la antigua catedral que se situaba frente al Alcázar quedó dañada y se decidió construir una nueva en el lugar actual.
El jueves 25 de agosto de 1558 con los trabajos de construcción de la nueva catedral ya avanzados, se trasladaron los restos del infante Don Pedro en solemne procesión en el cofre descubierto y, en otras cajas, los restos de María del Salto, canónigos y obispos. Así se recoge en la «Historia de la Insigne Ciudad de Segovia y Compendio de las Historias de Castilla» del sacerdote e historiador segoviano, Diego de Colmenares.
El cofre con los restos del Infante fueron sepultados en la capilla de Santa Catalina, en un nuevo sepulcro de estilo renacentista, más acorde a la época, rodeado de una reja en cuyo friso se lee: «AQVÍ IAZE EL INFANTE DON PEDRO FIJO DEL SEÑOR REI DON ENRIQUE SEGUNDO -ERA-1404- AN 1366».
La catedral de Segovia destaca que «461 años después los restos del Infante han vuelto a abrirse aprovechando la restauración de su sepulcro en una nueva oportunidad de conocer con mayor profundidad la historia sobre su muerte que tanto llama la atención de segovianos y visitantes».
