El momento de las OSC
Los grandes cataclismos provocan reacciones sociales. En nuestro país, los años de 1968 y 1985 representan fronteras simbólicas entre la relación política de las élites gobernantes y los ciudadanos. Como los cambios importantes no suelen ocurrir a corto plazo, en ocasiones es difícil identificar las pequeñas victorias democráticas; sin embargo, es necesario no perder el hilo y buscar continuidad en las políticas e iniciativas valiosas que alumbran el camino de las buenas prácticas.
En sistemas políticos viciados es ingenuo esperar a que las instituciones públicas se purguen por si mismas, por eso el rol de la sociedad civil es crucial en este lento recorrido. ¿Quién tiene la paciencia y el empeño para enderezar una realidad tan retorcida? Las organizaciones sociales. A nivel local, es interesante observar los rubros en los que se desenvuelven las distintas asociaciones; esto puede ser un parámetro para visualizar las principales problemáticas y las prioridades que existen en una comunidad.
Mientras hace unos años abundaban las organizaciones asistenciales que intentaban resolver problemas inmediatos, cada vez es más notoria la presencia de asociaciones que de forma profesional se especializan en temas estructurales. El tercer sector es ya un ente económico importante y por lo mismo, las organizaciones civiles han ganado espacios de representación antes exclusivos de los actores gubernamentales o del sector empresarial.
Sin embargo, la institucionalización de las organizaciones no está exenta de ejemplos turbios. Existen asociaciones que malversan fondos, que representan ideologías extremas o que se prestan a abusos y negligencias reprobables. Lo que ocurre adentro de algunas organizaciones puede ser muy opaco, replicando en ocasiones malas prácticas similares a las que se critican en la esfera gubernamental. Los mecanismos de transparencia y rendición de cuentas que se exigen de manera legítima y urgente deben de notarse precisamente en el tercer sector.
La coyuntura política de este año es perfecta para replantearnos nuestro rol como sociedad y como país. Debemos de exigirle al nuevo gobierno un cambio real en la forma de hacer política y debemos de exigirnos a nosotros mismos un compromiso ético con todo lo que ocurre en nuestro entorno. No podemos seguir esperando desastres para despertar.
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